1 Macabaeos 3

Actividad de Judas en Judea

(2 Mac 8,1-7)

3 1Le sucedió su hijo Judas, apodado Macabeo. 2Todos sus hermanos y los partidarios de su padre le prestaron apoyo y combatieron con entusiasmo por Israel.

        3Judas extendió

la fama de su pueblo;

vistió la coraza como un héroe,

ciñó sus armas y entabló combates

protegiendo sus campamentos

con la espada.

        4Fue un león en sus hazañas,

un cachorro que ruge por la presa;

        5rastreó y persiguió a los impíos,

quemó a los agitadores del pueblo.

        6Por miedo a Judas

los impíos se acobardaron,

los que hacían el mal fracasaron;

por su mano triunfó la liberación.

        7Hizo sufrir a muchos reyes,

alegró a Jacob con sus hazañas,

su recuerdo será siempre bendito.

        8Recorrió las ciudades de Judá

exterminando en ella a los impíos;

apartó de Israel la cólera divina.

        9Su renombre llenó la tierra,

porque reunió a un pueblo

a punto de ser exterminado.

10Apolonio reunió un ejército extranjero y un gran contingente de Samaría para luchar contra Israel.

11Cuando lo supo Judas, salió a hacerle frente, lo derrotó y lo mató. Los paganos tuvieron muchas bajas, y los supervivientes huyeron. 12Al recoger el botín, Judas se quedó con la espada de Apolonio, y desde entonces siempre combatió con ella.

13Cuando Serón, general en jefe del ejército sirio, se enteró de que Judas había reunido en torno a sí una tropa numerosa de fieles seguidores suyos dispuestos a pelear, 14se dijo:

–Voy a ganar fama y renombre en el imperio luchando contra Judas y los suyos, ésos que desprecian la orden del rey.

15Se le sumó un fuerte ejército de gente impía, que subieron con él para ayudarle a vengarse de los israelitas. 16Cuando llegaba cerca de la cuesta de Bet-Jorón, Judas le salió al encuentro con un puñado de hombres; 17pero al ver el ejército que venía de frente dijeron a Judas:

–¿Cómo vamos a luchar contra esa multitud bien armada, siendo nosotros tan pocos? Y además estamos agotados, porque no hemos comido en todo el día.

18Judas respondió:

–No es difícil que unos pocos envuelvan a muchos, porque a Dios le da lo mismo salvar con muchos que con pocos, 19porque la victoria no depende del número de soldados, sino de la fuerza que llega del cielo. 20Ellos vienen a atacarnos llenos de insolencia e impiedad, para aniquilarnos y saquearnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos, 21mientras que nosotros luchamos por nuestra vida y nuestra religión. 22El Señor los aplastará ante nosotros. No les tengan miedo.

23Nada más terminar de hablar, se lanzó contra ellos de repente. Derrotaron a Serón y su ejército, 24lo persiguieron por la bajada de Bet-Jorón hasta la llanura. Serón tuvo unas ochocientas bajas, y los demás huyeron al territorio filisteo.

25Judas y sus hermanos empezaron a ser temidos, y una ola de pánico cayó sobre las naciones vecinas. 26Su fama llegó a oídos del rey, porque todos comentaban las batallas de Judas.

Batalla de Emaús

27Cuando el rey Antíoco se enteró, se enfureció y ordenó concentrar todas las fuerzas de su imperio, un ejército poderosísimo. 28Abrió el tesoro y repartió a las tropas el sueldo de un año, ordenándoles estar preparados para cualquier eventualidad. 29Pero cuando vio que las arcas se le vaciaban y que los tributos de la región disminuían por las discordias y la miseria que había desencadenado en el país al suprimir las leyes antiguas, 30tuvo miedo de que, como le había ocurrido más de una vez, no le llegara para los gastos y regalos que solía hacer superando a los reyes anteriores. 31Viéndose muy apurado, proyectó marchar a Persia, para recoger los tributos de aquellas provincias y reunir una gran suma de dinero. 32A Lisias, miembro distinguido de la familia real, lo dejó al frente del gobierno, desde el Éufrates hasta los confines de Egipto, 33y le encomendó el cuidado de su hijo Antíoco, hasta su vuelta. 34Le dejó la mitad de las tropas y de los elefantes, y le comunicó todas sus decisiones, en particular las referentes a la población de Judá y Jerusalén: 35que enviara contra ellos un ejército para aplastar y aniquilar al ejército de Israel y a los que quedaban en Jerusalén; que borrara su nombre de aquel sitio 36y estableciera extranjeros por todo el territorio.

37El rey, por su parte, marchó de Antioquía, capital de su imperio, el año ciento cuarenta y siete, llevándose la otra mitad de las tropas. Después de pasar el Éufrates fue recorriendo las provincias del norte.

38Lisias escogió a Tolomeo hijo de Dorimeno, a Nicanor y a Gorgias, hombres poderosos y grandes del reino, 39y envió con ellos cuarenta mil soldados de infantería y siete mil jinetes, para que invadieran y devastaran Judá, conforme a la orden del rey. 40Partieron con todo su ejército, y fueron a acampar junto a Emaús, en la llanura.

41Cuando los traficantes de aquella zona oyeron la noticia, acudieron al campamento con muchísima plata, oro y con cadenas, para comprar israelitas como esclavos. El ejército se vio reforzado además con tropas sirias y filisteas.

42Judas y sus hermanos vieron que se agravaba la situación –los ejércitos acampaban en su territorio, y conocían la orden del rey que mandaba destruir y exterminar al pueblo–, 43y comentaron:

–¡Reparemos la ruina de nuestro pueblo! ¡Luchemos por nuestro pueblo y por el templo!

44La asamblea se reunió para prepararse a la guerra y para rezar pidiendo misericordia y compasión.

        45Jerusalén estaba despoblada

como un desierto,

ninguno de sus hijos entraba o salía.

El santuario, pisoteado;

los extranjeros ocupaban la fortaleza,

convertida en albergue de los paganos.

Jacob había perdido la alegría,

ya no sonaban la cítara y la flauta.

46Se reunieron y fueron a Mispá, frente a Jerusalén, porque antiguamente Israel había tenido allí un lugar de oración. 47Aquel día ayunaron, se ciñeron un sayal, se echaron ceniza en la cabeza y se rasgaron las vestiduras. 48Desenrollaron el volumen de la ley, para consultarlo lo mismo que los paganos consultaban a sus ídolos. 49Llevaron los ornamentos sacerdotales, las primicias y los diezmos; hicieron ir a los nazireos que habían terminado de cumplir su voto, 50y levantaron su voz al cielo diciendo:

–¿Qué podemos hacer con estos hombres? ¿A dónde los llevaremos, 51si su templo está pisoteado y tus sacerdotes tristes y humillados? 52Ya ves, los paganos se han reunido para exterminarnos. Tú conoces sus planes contra nosotros. 53¿Cómo podremos resistirles si tú no nos auxilias?

54Tocaron las cornetas y lanzaron grandes alaridos.

55Después Judas nombró jefes militares: comandantes, capitanes y suboficiales. 56A los que estaban edificando una casa, a los que iban a casarse, a los que acababan de plantar una viña y a los miedosos les dijo que se volvieran a sus casas, como manda la ley.

57El ejército se puso en marcha, y acamparon al sur de Emaús. 58Judas ordenó:

–¡Prepárense! Sean valientes, estén atentos mañana al amanecer, para dar batalla a esos paganos que se han reunido contra nosotros para exterminarnos, a nosotros y nuestro templo. 59Más vale morir en la batalla que ver las desgracias de nuestra nación y del templo. 60Pero hágase la voluntad de Dios.

Notas:

3,1-26 Actividad de Judas en Judea. Con un canto para exaltar su misión guerrera, comienza el ciclo de Judas (3,1–9,22). Se apoda «Macabeo» –nombre que asumirán los libros sagrados–, que significa «martillo» porque golpea con fuerza y sin descanso a sus enemigos. Cuenta con el apoyo de todos. Es presentado como un hombre sabio, valiente y de fe. Sus acciones y hazañas recuerdan al patriarca Judá, a Saúl y Jonatán por la metáfora del León (Gn 49; 2 Sm 1,23); a Moisés y los jueces en su liderazgo liberador; a David en sus hazañas militares. Judas Macabeo está convencido de ser un instrumento en las manos del Señor. En el año 166 a.C., Apolonio, gobernador de Samaría y responsable del saqueo de Jerusalén, es el primero en salir derrotado a manos del ejército de Judas Macabeo. Después de su muerte, Judas le arrebata la espada, tal como hizo David con Goliat (1 Sm 21,9). Serón, general del ejército sirio, animado por el deseo de fama y poder, será el segundo en la lista de derrotados. La batalla se desarrolló en Bet-Jorón (16), un lugar famoso en la conquista de la tierra prometida (Jos 10,10). El miedo de Judas ante una derrota militar por inferioridad numérica, es superado por la fe en el Dios de los «débiles», que da la cara por su pueblo en cada batalla y apoya a los que luchan por la vida y la Ley (21). La Ley, promulgada como un conjunto de señales que indicaban el camino correcto para una convivencia justa, fraterna y en paz (Éx 20,1-17), se convirtió con el tiempo en un instrumento de poder que las autoridades religiosas utilizaban para imponer al pueblo «duras cargas» (Lc 11,46), situación que permite entender la postura crítica de Jesús (Mt 23,23). En la victoria de Judas, además de la fe cuenta su genialidad estratégica, al acomodar su pequeño ejército en la cima de la montaña, desde donde con sorpresa lanza su ataque. A partir de esta victoria Judas y su proyecto político, militar y religioso comienza a ser tomados en serio. 3,27–4,35 Batalla de Emaús. La victoria de los «débiles» pone en alerta al imperio. Antíoco se ve en la necesidad de abrir dos frentes de batalla, uno contra Persia con el fin de conseguir dinero para mantener la guerra contra quienes amenazan su poder y riqueza –Aún hoy, se siguen haciendo guerras por razones económicas sin importar las personas que mueren en ellas–; el otro frente, bajo el mando de Licias, busca aplastar la sublevación judía y borrar su nombre del lugar (3,35). El número de cuarenta mil soldados de infantería y siete mil jinetes elegidos para esta tarea, coincide con las cifras de 1 Cr 19,19, dejando ver en el autor la intención de comparar a Judas con David. El ejército macabeo, conciente de su inferioridad, saca fuerzas para el combate, recordando la cruel situación que atraviesa el pueblo, la ciudad y el Templo (59), consultando la Palabra de Dios (48), haciendo ayuno y oración (47), respetando las normas para participar en el combate (56), pero sobre todo, poniendo todo en las manos del Señor (60). La lucha por la paz, con libertad, justicia y dignidad lo merece todo, aun la propia vida. El imperio a pesar de su superioridad sigue siendo derrotado por varias razones: la inteligencia de Judas, al mejor estilo de David, en su estrategia militar; la memoria en un Dios liberador que siempre vence a cualquier faraón; y el sueño por mantener una Alianza que los hace libres e hijos predilectos de Dios. Cuando los pobres luchan con inteligencia por una liberación integral y unida al amor de Dios, no hay causa que se pierda