2 Macabaeos 6
Leyes persecutorias (1 Mac 1,44-50)
6 1Poco tiempo después, el rey envió a un senador ateniense para que obligara a los judíos a abandonar las costumbres tradicionales y a no gobernarse por la ley de Dios; 2tenía orden de profanar el templo de Jerusalén y dedicarlo a Júpiter Olímpico y dedicar el de Garizín a Júpiter Hospitalario, siguiendo la práctica de los habitantes del lugar.
3El avance del mal resultaba molesto e insoportable aun para la masa del pueblo; 4el templo estaba repleto del libertinaje y de las orgías de los paganos, que se divertían alegremente con rameras y tenían relaciones con mujeres en los recintos sagrados, e incluso, introducían allí objetos prohibidos. 5El altar rebosaba de víctimas ilegítimas, prohibidas por la ley. 6No se podía ni celebrar el sábado, ni guardar las fiestas tradicionales, ni siquiera declararse judío. 7A su pesar, se veían forzados al banquete sacrificial con que se conmemoraba cada mes el nacimiento del rey; y cuando llegaba la fiesta de Baco, les obligaban a hacer una procesión en su honor, coronados de hiedra. 8A propuesta de Tolomeo, se decretó para las ciudades griegas vecinas que actuasen igual contra los judíos, obligándoles al banquete sacrificial, 9y matando a los que no quisieran aceptar las costumbres griegas. Se estaba viendo venir la desgracia.
10Dos mujeres fueron denunciadas por haber circuncidado a sus hijos. Con los niños colgados a los pechos las pasearon públicamente por la ciudad, y luego las despeñaron muralla abajo. 11A otros, que se habían reunido en las cuevas cercanas para celebrar a escondidas el sábado, los denunciaron a Felipe, y los quemaron en masa al no querer defenderse por motivos religiosos, por respeto a aquel día santísimo.
12Recomiendo a todos aquéllos a cuyas manos llegue este libro que no se dejen desconcertar por estos sucesos; piensen que aquellos castigos no pretendían exterminar nuestra raza, sino corregirla; 13porque es señal de gran bondad no tolerar por mucho tiempo a los impíos, sino darles enseguida el castigo. 14El Señor soberano no ha determinado tratarnos como a los otros pueblos, que para castigarlos espera pacientemente a que lleguen al colmo de sus pecados; 15no nos condena cuando ya hemos llegado al límite de nuestros pecados. 16Por eso no retira nunca de nosotros su misericordia, y aunque corrige a su pueblo con desgracia, no lo abandona. 17Quede esto dicho como advertencia. Después de esta pequeña digresión, volvamos a nuestra historia.
Martirio de Eleazar
18A Eleazar, uno de los principales maestros de la ley, hombre de edad avanzada y semblante muy digno, le abrían la boca a la fuerza para que comiera carne de cerdo. 19Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida de infamia, escupió la carne y avanzó voluntariamente al suplicio, 20como deben hacer los que son constantes en rechazar manjares prohibidos, aun a costa de la vida.
21Los que presidían aquel banquete ritual contrario a la ley, viejos amigos de Eleazar, lo llevaron aparte y le propusieron que hiciera traer carne permitida, preparada por él mismo, y que la comiera haciendo como que comía la carne del sacrificio ordenado por el rey, 22para que así se librara de la muerte y, dada su antigua amistad, lo tratasen con consideración. 23Pero él, adoptando una actitud cortés, digna de sus años, de su noble ancianidad, de sus canas honradas e ilustres, de su conducta intachable desde niño y, sobre todo, digna de la ley santa dada por Dios, respondió todo seguido:
–¡Envíenme al sepulcro! 24No es digno de mi edad andar fingiendo. Muchos jóvenes van a creer que Eleazar, a los noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas, 25y si miento por un poco de vida que me queda se van a extraviar con mi mal ejemplo. Eso sería manchar y deshonrar mi vejez. 26Y aunque de momento me librase del castigo de los hombres, no escaparía de la mano del Omnipotente, ni vivo ni muerto. 27Si muero ahora como un valiente me mostraré digno de mis años 28y dejaré a los jóvenes un noble ejemplo, para que aprendan a enfrentar voluntariamente una muerte noble por amor a nuestra santa y venerable ley.
Dicho esto se dirigió enseguida al suplicio.
29Los que lo llevaban consideraron lo que hablaba como una locura y cambiaron en crueldad la benevolencia que antes le habían demostrado.
30Él, a punto de morir bajo los golpes, dijo entre suspiros:
–Bien sabe el Señor, que posee la santa sabiduría, que, pudiendo librarme de la muerte, aguanto en mi cuerpo los crueles dolores de la flagelación, y los sufro con gusto en mi alma por respeto a él.
31Así terminó su vida, dejando no sólo a los jóvenes, sino a toda la nación, un ejemplo memorable de heroísmo y de virtud.