2 Reyes, 21

Manasés de Judá (698-643) (2 Cr 33,1-20)

21 1Cuando Manasés subió al trono tenía doce años, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. Su madre se llamaba Jepsibá. 2Hizo lo que el Señor reprueba, imitando las costumbres abominables de las naciones que el Señor había expulsado ante los israelitas. 3Reconstruyó los santuarios paganos que su padre, Ezequías, había hecho destruir, levantó altares a Baal y erigió un poste sagrado, igual que hizo Acaz de Israel; adoró y dio culto a todo el ejército del cielo; 4puso altares en el templo del Señor, del que había dicho el Señor: Pondré mi nombre en Jerusalén; 5edificó altares a todo el ejército del cielo en los dos atrios del templo, 6sacrificó a su hijo en la hoguera; practicó la adivinación y la magia; instituyó nigromantes y adivinos. Hacía continuamente lo que el Señor reprueba, irritándolo. 7La imagen de Astarté que había fabricado la colocó en el templo del que el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: En este templo y en Jerusalén, a la que elegí entre todas las tribus de Israel, pondré mi nombre para siempre; 8ya no dejaré que Israel ande errante, lejos de la tierra que di a sus padres, a condición de que pongan por obra cuanto les mandé, siguiendo la ley que les promulgó mi siervo Moisés. 9Pero ellos no hicieron caso. Y Manasés los extravió, para que se portasen peor que las naciones a las que el Señor había exterminado ante los israelitas.

10El Señor dijo entonces por medio de sus servidores los profetas:

11–Puesto que Manasés de Judá ha hecho esas cosas abominables, se ha portado peor que los amorreos que le precedieron y ha hecho pecar a Judá con sus ídolos; 12así dice el Señor, Dios de Israel: Yo voy a traer sobre Jerusalén y Judá tal catástrofe, que al que lo oiga le retumbarán los oídos. 13Extenderé sobre Jerusalén el cordel como hice en Samaría, el mismo nivel con que medí a la dinastía de Ajab, y fregaré a Jerusalén como a un plato, que se friega por delante y por detrás. 14Desecharé al resto de mi herencia, lo entregaré en poder de sus enemigos, será presa y botín de sus enemigos, 15porque han hecho lo que yo repruebo, me han irritado desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta hoy.

16Además, Manasés derramó ríos de sangre inocente, de forma que inundó Jerusalén de punta a punta, aparte del pecado que hizo cometer a Judá haciendo lo que el Señor reprueba.

17Para más datos sobre Manasés y los crímenes que cometió, véanse los Anales del Reino de Judá.

18Manasés murió, y lo enterraron en el jardín de su palacio, el jardín de Uzá. Su hijo Amón le sucedió en el trono.

Amón de Judá (643-640) (2 Cr 33,21-25)

19Cuando Amón subió al trono tenía veintidós años, y reinó en Jerusalén dos años. Su madre se llamaba Mesulémet, hija de Jarús, natural de Yotbá. 20Hizo lo que el Señor reprueba, igual que su padre, Manasés; 21imitó a su padre: dio culto y adoró a los mismos ídolos que su padre; 22dejó al Señor, Dios de sus padres, no caminó por sus sendas. 23Sus cortesanos conspiraron contra él y lo asesinaron en el palacio; 24pero la población mató a los conspiradores, y nombraron rey sucesor a Josías, hijo de Amón.

25Para más datos sobre Amón y sus empresas, véanse los Anales del Reino de Judá.

26Lo enterraron en su sepultura del jardín de Uzá. Su hijo Josías le sucedió en el trono.

Notas:

21,1-18 Manasés de Judá. Si el pecado y la perdición del reino del norte, así como el consecuente castigo, tienen como responsable a Jeroboán (cfr. 17,21-23), el pecado, la perdición y el futuro castigo del pueblo de Judá tienen su origen en Manasés. Pese a ser el hijo y sucesor del inigualable Ezequías (cfr. 18,3-8), Manasés se encarga de restablecer todo lo que su padre había abolido: los cultos locales, la idolatría, las costumbres paganas y la contaminación del culto con estatuas y altares en el mismísimo Templo de Jerusalén; hace lo que nuestra mentalidad popular atribuiría a un «anticristo». Pero sus pecados no se quedan sólo en lo cultual o religioso, el deuteronomista denuncia también sus continuos crímenes y los frecuentes derramamientos de sangre inocente «hasta inundar a Jerusalén» (24,4), una exageración del narrador para resaltar su sensibilidad por la justicia social, especialmente por la vida. Hay un dato muy importante que vale la pena tener en cuenta: el deuteronomista, al tiempo que denuncia las acciones negativas del rey y lo responsabiliza de los males que sobrevendrán al pueblo, da a entender que el pueblo le sigue con agrado (8s); esto le sirve al narrador para recordar que el pueblo ha sido pecador y rebelde desde que salió de Egipto (15). De nuevo, a propósito del comportamiento de Manasés, cobra fuerza la profecía que ya Isaías había pronunciado delante de Ezequías: Judá y Jerusalén no tendrán buen fin (10-15). 21,19-26 Amón de Judá. Muy difícilmente podía transformar Amón, el sucesor, un reinado tan largo como el de Manasés, especialmente sus «contrarreformas». Era más fácil continuar la misma línea de su padre, como en efecto lo hizo durante su breve período de reinado. También Amón recibe la calificación negativa del deuteronomista, como un rey contrario al ideal del creyente judío y al modelo de rey que debía regirse por los mandatos del Señor.