Deuteronomio, 18
Derechos de los sacerdotes levitas (Nm 17)
18 1»Los sacerdotes levitas, la tribu entera de Leví, no se repartirán la herencia con Israel; comerán de las ofrendas destinadas a los sacrificios y de la herencia del Señor; 2esta tribu no tendrá parte en la herencia de sus hermanos, el Señor será su herencia, como le dijo.
3»Derechos sacerdotales. Si uno del pueblo sacrifica un toro o una oveja, dará al sacerdote una espalda, las quijadas y el estómago. 4Le darás las primicias de tu trigo, tu mosto y tu aceite y la primera lana al esquilar tu rebaño. 5Porque el Señor, tu Dios, los eligió para siempre, a él y a sus hijos, de entre todas las tribus, para que estén al servicio personal del Señor.
6»Si un levita residente en cualquier poblado de Israel se traslada por voluntad propia al lugar elegido por el Señor, 7podrá servir personalmente al Señor, su Dios, como el resto de sus hermanos levitas que están allí al servicio del Señor, 8y comerá una parte lo mismo que los demás. Se exceptúan los sacerdotes adivinos.
Sobre los profetas
9»Cuando entres en la tierra que va a darte el Señor, tu Dios, no imites las abominaciones de esos pueblos. 10Que no haya entre ustedes quien queme a sus hijos o hijas, ni vaticinadores, ni astrólogos, ni agoreros, 11ni hechiceros, ni encantadores, ni espiritistas, ni adivinos, ni quién consulta a los muertos. 12Porque el que practica eso es abominable para el Señor. Y por semejantes abominaciones los va a desheredar el Señor, tu Dios.
13»Sé íntegro en tu trato con el Señor, tu Dios; 14esos pueblos que tú vas a desposeer escuchan a astrólogos y vaticinadores, pero a ti no te lo permite el Señor, tu Dios.
15»El Señor, tu Dios te suscitará un profeta como yo, lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos; y es a él a quién escucharán.
16»Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb, el día de la asamblea: No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio para no morir.
17»El Señor me respondió: Tienen razón. 18Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande. 19A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi Nombre, yo le pediré cuentas. 20Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi Nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá.
21»Y si te preguntas: ¿Cómo sabremos si tal palabra no es Palabra del Señor?
22»Cuando un profeta hable en Nombre del Señor y no suceda ni se cumpla su palabra, es algo que no dice el Señor; ese profeta habla por arrogancia, no le tengas miedo.
Notas:
18,1-8 Derechos de los sacerdotes levitas. Al igual que Éxodo y Número, el Deuteronomio establece los derechos de participación de los levitas en las partes consumibles de los sacrificios que ofrecían los fieles. Pero aquí no se hace la distinción que establece Números entre levitas –descendientes de Leví– y los demás sacerdotes descendientes de Aarón; sólo se menciona a los descendientes de quienes por su especial separación para el servicio del culto no recibieron porción en el reparto de la tierra. Además de su función cultual sacrificial, guardaban el libro de la Ley (17,18; 31,9.25s), eran los responsables de juzgar los casos más difíciles (19,17; 21,5), portaban el arca de la Alianza (10,8) y tenían como función especial poner en práctica la Palabra del Señor (5). Dadas estas responsabilidades, no tenían parte en la tierra (cfr. 12,19).
El llamado de esta ley es, antes que nada, un aviso de justicia para el pueblo; también hoy nos llama a renovar nuestro compromiso con quienes por opción de vida se dedican al servicio de sus hermanos. La comunidad debe proveer las necesidades básicas de quienes están al servicio de la Palabra, pues el trabajador merece su justo salario (cfr. Lc 10,7; 1 Tim 5,18).
18,9-22 Sobre los profetas. Por los testimonios que encontramos en la literatura profética sabemos que en Israel siempre hubo una tensión entre verdaderos y falsos profetas. Cuando aquí se prohíbe consultar o escuchar a quienes se autodenominan profetas por el hecho de que se dedican a la adivinación, la magia, la hechicería, etc., equivale a llamarlos falsos profetas. A ello se suma el criterio del versículo 20: «el que tenga la arrogancia de decir en mi Nombre lo que yo no le he mandado... ese profeta morirá»; si lo que dice no se cumple, sería signo de falsa profecía (22), lo mismo que si habla en nombre de dioses extranjeros (20b).
Como puede verse, son más los criterios que ayudan a identificar al falso profeta; el que se autodenomine profeta tiene que demostrar que su palabra es del Señor, que sus palabras se cumplen. Ahora bien, la gente reclamaba al mismo Jeremías por qué sus palabras no se cumplían y, sin embargo, sabemos de la constante pugna entre Jeremías y los falsos profetas (cfr. Jr 28). Israel fue definiendo poco a poco y de manera implícita algunos criterios para distinguir al verdadero profeta (cfr. Jr 23,9-32).
Los versículos 15.18 aluden a la promesa de un futuro profeta, lo cual dio pie posteriormente para la formación de la esperanza en un profeta excepcional, algo así como un segundo Moisés cuyos atributos y características se proyectaron algunas veces en el futuro Mesías. De ahí que en algunas tradiciones se esperaba que él explicaría la Ley de manera absoluta y definitiva. Rastros de esa esperanza los podemos ver en Jn 1,21; 6,14; 7,40; pero donde más directamente se aplica este pasaje a Jesús es en Hch 3,22s (cfr. además, Hch 7,37).
Como creyentes, debemos mantener muy abiertos nuestros ojos y nuestra conciencia para distinguir desde la misma Palabra de Dios a los verdaderos de los falsos profetas de nuestro tiempo; hay muchos que nos hablan en nombre del Señor, pero no todos nos comunican ni nos aclaran esa Palabra para ayudarnos a ser cada día más personas, más humanos, más hermanos (cfr. Jr 23,9-40).