Esdras 9
El problema de los matrimonios con extranjeras (Neh 13)
9 1Más adelante se me acercaron las autoridades para decirme:
–El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas han cometido las mismas abominaciones que los pueblos paganos, cananeos, hititas, fereceos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos; 2ellos y sus hijos se han casado con extranjeras, y la raza santa se ha mezclado con pueblos paganos. Los jefes y los magistrados han sido los primeros en cometer esta traición.
3Cuando me enteré de esto, me rasgué los vestidos y el manto, me afeité la cabeza y la barba y me senté desolado. 4Todos los que respetaban la ley del Dios de Israel se reunieron junto a mí al enterarse de esta traición de los deportados. Permanecí abatido hasta la hora de la oblación de la tarde. 5Pero al llegar ese instante acabé mi penitencia, y con el vestido y el manto rasgados, me arrodillé y alcé las manos al Señor, mi Dios, 6diciendo:
–Dios mío, de pura vergüenza no me atrevo a levantar el rostro hacia ti, porque nuestros delitos sobrepasan nuestra cabeza y nuestra culpa llega al cielo. 7Desde los tiempos de nuestros padres hasta hoy nos hemos hecho muy culpables, y por nuestros delitos, nosotros con nuestros reyes y sacerdotes hemos sido entregados a reyes extranjeros, a la espada, al destierro, al saqueo y a la ignominia, como nos sucede en el día de hoy. 8Pero ahora el Señor, nuestro Dios, nos ha concedido un momento de gracia, dejándonos un resto y de darnos un refugio en su lugar santo, dando luz a nuestros ojos y concediéndonos respiro en nuestra esclavitud. 9Porque éramos esclavos, pero nuestro Dios no nos abandonó en nuestra esclavitud; él nos obtuvo el favor de los reyes de Persia, nos dio respiro para levantar el templo de nuestro Dios y restaurar sus ruinas y nos dio una muralla en Judá y Jerusalén.
10Y ahora, Dios nuestro, ¿qué podemos decir después de todo esto? Hemos abandonado los preceptos 11que nos diste, por medio de tus siervos los profetas, diciendo: La tierra que vas a poseer es una tierra manchada por la inmundicia de los pueblos paganos, por las abominaciones con que la han llenado de un extremo a otro, por sus impurezas. 12Por consiguiente, no entreguen sus hijas a sus hijos ni casen a sus hijos con sus hijas; nunca pretendan su alianza ni su favor; así se harán fuertes, comerán los frutos de la tierra y se la dejarán a sus hijos como herencia para siempre.
13Después de todo lo que nos ha ocurrido por nuestras malas acciones y nuestra grave culpa –aunque tú, Dios nuestro, has estimado por lo bajo nuestros delitos y nos has dejado salir con vida–, 14¿volveremos a violar tus preceptos, emparentándonos con estos pueblos abominables? ¿No te irritarías hasta acabar con nosotros sin dejar un resto con vida?
15Señor, Dios de Israel, este resto que hoy sigue con vida demuestra que eres justo. Nos presentamos ante ti con nuestras culpas, a pesar de que en estas condiciones nadie puede comparecer delante de ti.
Notas:
9,1–10,44 El problema de los matrimonios con extranjeras. En este capítulo y en el siguiente Esdras narra su acción en un asunto que considera trascendental: la cuestión de los matrimonios mixtos. El peligro de idolatría o sincretismo era lo que motivaba la prohibición en el Éxodo y el Deuteronomio, un peligro que se volvía a presentar. En la convivencia de muchos pueblos dentro de un gran imperio unificado, el peligro máximo era perder la identidad nacional. De poco valía un Templo único si las familias lo acompañaban con cultos y ritos extraños. La acción enérgica de Esdras pretende cortar y prevenir estas posibilidades.
La comunidad del pueblo escogido se sigue llamando «los desterrados», aunque la mayoría son nacidos en Judá; como si el destierro fuera la clave de la continuidad. Si comparamos la lista que nos da 10,18-43 con la de los repatriados (2,1-70), observaremos que casi todos los casos responden a descendientes de familias de la primera caravana.
Con el último verso del capítulo 10 Esdras desaparece de la escena dejando a los suyos un ideal de segregación para mantener la identidad nacional y la pureza religiosa. Su legado es la interpretación rigorista de la Ley. Ahora vienen más de doscientos cincuenta años de silencio. Será a mediados del s. II a.C. cuando un historiador retome la pluma para contarnos lo que está sucediendo.