Éxodo, 14
13 1El Señor dijo a Moisés:
2–Conságrame todos los primogénitos israelitas; el primer parto, lo mismo de hombres que de animales, me pertenece.
3Y Moisés dijo al pueblo:
–Guarden siempre el recuerdo de este día, en que han salido de Egipto, de la esclavitud, cuando el Señor con mano fuerte los sacó de allí. Este día no se comerá nada fermentado. 4Salen hoy, en el mes de abril.
Los panes ázimos
5–Cuando el Señor te haya introducido en la tierra de los cananeos, los amorreos, los heveos y los jebuseos, en el país que el Señor te dará, porque así lo juró a tus padres, tierra que mana leche y miel, entonces en este mes celebrarás el siguiente rito: 6Durante siete días comerás panes sin levadura y el día séptimo se hará fiesta en honor del Señor. 7Durante esos siete días se comerá pan sin levadura y no ha de aparecer en todo tu territorio levadura ni nada fermentado. 8Y ese día le explicarás a tu hijo: Esto es por lo que el Señor hizo en mi favor cuando salí de Egipto. 9Este rito te servirá como si tuvieras una señal en el brazo y un recordatorio en la frente, para que tengas en los labios la Ley del Señor, que con mano fuerte te sacó de Egipto. 10Guardarás este mandato todos los años, en su fecha.
Los primogénitos (Dt 15,19-23; Nm 3,11-13)
11Cuando el Señor te introduzca en la tierra de los cananeos, como juró a ti y a tus padres, y te la entregue, 12dedicarás al Señor todos los primogénitos: el primer parto de tus animales, si es macho, pertenece al Señor. 13La primera cría de asno la rescatarás con un cordero; si no la rescatas, la desnucarás. Pero los primogénitos humanos los rescatarás siempre. 14Y cuando mañana tu hijo te pregunte: ¿Qué significa esto?, le responderás: Con mano fuerte nos sacó el Señor de Egipto, de la esclavitud. 15El faraón se puso terco en no dejarnos salir, entonces el Señor dio muerte a todos los primogénitos de Egipto, lo mismo de hombres que de animales. Por eso yo sacrifico al Señor todo primogénito macho de los animales. Pero los primogénitos de mis hijos los rescato. 16Te servirá como señal en el brazo y signo en la frente de que con mano fuerte te sacó el Señor de Egipto.
Hacia el Mar Rojo
17Cuando el faraón dejó marchar al pueblo, Dios no los guió por el camino de Palestina, que es el más corto, pensando que si se veían atacados, se arrepentirían y volverían a Egipto, 18por eso Dios hizo que el pueblo diese un rodeo por el desierto hacia el Mar Rojo. Los israelitas habían salido de Egipto muy bien equipados. 19Moisés tomó consigo los huesos de José, como se lo había hecho jurar a los israelitas: Cuando Dios se ocupe de ustedes, se llevarán mis huesos de aquí.
20Partieron de Sucot y acamparon en Etán, al borde del desierto. 21El Señor caminaba delante de ellos, de día en una columna de nubes para guiarlos; de noche, en una columna de fuego, para alumbrarles; así podían caminar día y noche. 22No se apartaba delante de ellos ni la columna de nubes de día ni la columna de fuego de noche.
Notas:
14,1-31 Paso del Mar Rojo. Los israelitas han partido. Las estrategias de la marcha son conducidas por el mismo Señor, quien, además, hace que de nuevo se endurezca el corazón del faraón (4-8) y decida perseguir al pueblo (5.8) con una finalidad: demostrar al faraón quién es el más poderoso (4). La presencia de los egipcios arranca una primera queja al pueblo que «muerto de miedo» empieza a presentir la cercanía de la muerte en el desierto (10-12). Esta queja expresa el estado de una conciencia todavía no formada para la liberación. Aún no saben ni comprenden que, aunque estos eventos de liberación sean dirigidos por el mismo Señor, es necesario enfrentar la crudeza del desierto, la inseguridad, los peligros, el hambre, el cansancio. No será ésta ni la primera ni la última vez que el pueblo clame de este modo, deseando regresar al país egipcio y «servir en paz» al faraón. La respuesta de Moisés es clara y contundente: «no tengan miedo» (13), frase que tantas veces aparece en la Biblia y que es garantía de la asistencia y presencia divinas. El argumento para que el pueblo supere el miedo es que no tendrá que combatir contra el faraón y su ejército: «el Señor peleará por ustedes; ustedes esperen en silencio» (14).
Los versículos 15-18 son la respuesta del Señor a los miedos y temores que el pueblo ha expresado, confirmando la respuesta que Moisés ha dado a tales murmuraciones. Moisés ha garantizado que el mismo Señor combatirá. Y ahora el Señor anuncia que esa acción la va a realizar por medio de Moisés, quien deberá levantar el bastón y extender la mano sobre el mar que está al frente del pueblo. El Señor anuncia su plan para destruir al faraón; es como si se tratara de una trampa, una emboscada planeada para acabar con el faraón y su ejército. La destrucción del faraón a manos del Señor será el signo de su gloria.
Los versículos 19-31, que describen la realización de las palabras del Señor en su intervención anterior, entrelazan dos tradiciones teológico-literarias, la yahvista (J) y la sacerdotal (P). Ambas buscan resaltar el hecho de que la liberación de Egipto es un evento realizado por el Señor. Él es quien ha combatido, él es quien ha acabado con el enemigo, él es quien ha realizado el prodigio de abrir el mar para permitir el avance del pueblo, él es quien lo ha vuelto a cerrar haciendo que sus aguas se traguen al faraón y su ejército. Por tanto, él es quien puede cubrirse de gloria tras el triunfo sobre los egipcios, aunque es una gloria que extiende y comparte con el mismo pueblo. Nótese que, sin combatir, el pueblo suscita el temor de los egipcios, quienes piensan seriamente en retirarse (25). Por supuesto, este relato no es la crónica de un testigo ocular. Sabemos que es una relectura de los acontecimientos que permitieron a los israelitas y a otros pequeños grupos y tribus liberarse del poder faraónico. Israel relee, repiensa este acontecimiento en momentos críticos de su historia y no tiene inconveniente en ilustrarlo con las más espectaculares imágenes que buscan resaltar tanto el extremo de la opresión como el extremo del amor y de la justicia divina que combatió en su favor. Con ello actualiza los eventos de la antigua liberación y señala que si en el pasado Dios combatió por el pueblo esclavizado y lo liberó, también en el presente puede hacerlo, quizá con signos y prodigios mucho más espectaculares.
Es muy significativo que esta batalla final contra Egipto se dé precisamente en el mar y que concluya con la escena en la cual las aguas marinas engullen al faraón y a su ejército. Para los israelitas, el mar es símbolo de algo misterioso. En él habitan los monstruos que atacan a cuantos entran en él, monstruos que aún no han sido vencidos por nadie. Sin embargo, aquí el mar se abre, no para tragarse al pueblo, sino para permitir su paso, y se cierra tragándose al enemigo. Este «abrirse» y «cerrarse» se dan gracias al poder del Señor, de modo que el Señor es el único que puede vencer a los misteriosos y poderosos seres del mar.
Otro aspecto simbólico de esta escena es el hecho de que el faraón haya perecido en el mar. Egipto y faraón son personificaciones del proyecto de muerte, proyecto que debe desaparecer de la faz de la tierra. De ahí que la teología y la religiosidad israelitas hayan creado esta escena y este lugar para «sepultar» al faraón y su sistema opresivo y represivo. Hubiera podido ser el desierto, pero el desierto será otro espacio con diferentes sentidos simbólicos, donde la conciencia del pueblo empezará su etapa formativa. El mar es así el lugar, el abismo de las aguas donde tendrían que ir a parar todos los proyectos anti-vida, anti-justicia de Egipto y de la historia.