Éxodo, 16

Maná y codornices (Nm 11; Sal 78,15s; 106,13-15; Sab 16,20-29)

16 1Toda la comunidad de Israel partió de Elim y llegó al desierto de Sin, entre Elim y Sinaí, el día quince del segundo mes después de salir de Egipto. 2La comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, 3diciendo:

–¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos han traído a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad.

4El Señor dijo a Moisés:

–Yo les haré llover pan del cielo: que el pueblo salga a recoger la ración de cada día; lo pondré a prueba, a ver si guarda mi ley o no. 5El día sexto prepararán lo que hayan recogido, y será el doble de lo que recogen a diario.

6Moisés y Aarón dijeron a los israelitas:

–Esta tarde ustedes sabrán que es el Señor quien los ha sacado de Egipto, 7y mañana verán su gloria ya que el Señor ha oído las quejas de ustedes contra él. Porque, ¿quiénes somos nosotros para que ustedes nos critiquen? 8Dijo Moisés:

–Esta tarde el Señor les dará de comer carne y mañana los saciará de pan; el Señor los ha oído protestar contra él; ¿nosotros qué somos? No han protestado contra nosotros, sino contra el Señor.

9Moisés dijo a Aarón:

–Di a la asamblea de los israelitas: Acérquense al Señor, que ha escuchado sus protestas.

10Mientras Aarón hablaba a la asamblea, ellos miraron hacia el desierto y vieron la Gloria del Señor, que aparecía en la nube.

11El Señor dijo a Moisés:

12–He oído las protestas de los israelitas. Diles: Hacia el atardecer comerán carne, por la mañana comerán pan hasta quedar satisfechos, para que sepan que yo soy el Señor, su Dios.

13Por la tarde, una bandada de codornices cubrió todo el campamento; por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento. 14Cuando se evaporó la capa de rocío, apareció en la superficie del desierto un polvo fino parecido a la escarcha. 15Al verlo, los israelitas preguntaron:

–¿Qué es esto?

Porque no sabían lo que era.

Moisés les dijo:

–Es el pan que el Señor les da para comer. 16Éstas son las órdenes del Señor: que cada uno recoja lo que pueda comer, dos litros por cabeza para todas las personas que vivan en cada tienda de campaña.

17Así lo hicieron los israelitas: unos recogieron más, otros menos. 18Y al medirlo en el celemín, no le sobraba al que había recogido más, ni le faltaba al que había recogido menos: había recogido cada uno lo que podía comer.

19Moisés les dijo:

–Que nadie guarde para mañana.

20Pero no le hicieron caso, sino que algunos guardaron para el día siguiente, y entonces salieron gusanos que lo pudrieron. Moisés se enojó con ellos.

21Recogían cada mañana, cada uno lo que iba a comer, porque el calor del sol lo derretía. 22El día sexto recogían el doble, cuatro litros cada uno. Los jefes de la comunidad informaron a Moisés 23y él les contestó:

–Es lo que había dicho el Señor: mañana es sábado, descanso dedicado al Señor; cocinen hoy lo que tengan que cocinar y guisen lo que tengan que guisar, y lo que sobre, guárdenlo para mañana.

24Ellos lo apartaron para el día siguiente, como había mandado Moisés, y no le salieron gusanos ni se pudrió.

25Moisés les dijo:

–Cómanlo hoy, porque hoy es día de descanso dedicado al Señor, y no lo encontrarán en el campo; 26podrán recogerlo durante los seis días, pero el séptimo día es descanso y no habrá nada.

27El día séptimo salieron algunos a recoger y no encontraron nada.

28El Señor dijo a Moisés:

–¿Hasta cuándo se negarán a cumplir mis mandatos y preceptos? 29El Señor es quien les da el descanso; por eso el día sexto se les da el pan de dos días. Que cada uno se quede en su puesto sin salir de su tienda el día séptimo.

30El pueblo descansó el día séptimo.

31Los israelitas llamaron a aquella sustancia maná: era blanca, como semillas de cilantro y era dulce como las tortas amasadas con miel.

32Dijo Moisés:

–Éstas son las órdenes del Señor: Llena de maná una medida de dos litros y guárdenla para que las generaciones futuras puedan ver el pan que les di de comer en el desierto cuando los saqué de Egipto.

33Moisés ordenó a Aarón:

–Toma una jarra, mete en ella dos litros de maná y colócalo ante el Señor; que se conserve para las generaciones futuras.

34Aarón, según el mandato del Señor a Moisés, lo colocó ante el documento de la alianza, para que se conservase.

35Los israelitas comieron maná durante cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada. Comieron maná hasta atravesar la frontera de Canaán. 36–El contenedor usado para la medida del maná era de dos litros–.

Notas:

16,1-36 Maná y codornices. «Dos meses y medio» después de salir de Egipto se presenta una protesta por parte del pueblo. El rigor del desierto, la carencia de las mínimas «seguridades» y «comodidades» que dejaron en Egipto (2) parecen ser el motivo por el cual los israelitas revientan en una airada protesta contra sus líderes. Uno esperaría que la reacción del Señor contra este amotinamiento fuera de ira, pero su respuesta es serena y pacífica: habrá alimento para todos, todos los días; pero no sólo eso, también habrá algunas disposiciones y mandatos para ver si el pueblo los cumple o no (4). Y en efecto, hay por lo menos cuatro mandatos importantes en el contexto del suministro del alimento: 1. Cada uno debía recoger sólo lo que necesitaba para comer (16); justo reparto de los bienes. 2. Nadie debía guardar para el día siguiente (19): contra el acaparamiento, la acumulación de bienes y la concentración en pocas manos. 3. Reservar el día séptimo como día de descanso consagrado al Señor (23.29); previene la deshumanización del ser humano por su exclusiva dedicación al trabajo. 4.Conservar dos litros del maná como testimonio para las generaciones venideras (33). En un contexto de hambre, sed e incomodidad propia del desierto, el escritor se vale de algo tan natural como es la presencia del «maná» y de las codornices; éstas podían ser fácilmente capturadas al regreso de un largo recorrido desde Europa porque llegaban extenuadas a la península del Sinaí. Mediante estos datos, el redactor bíblico, posiblemente perteneciente a la corriente sacerdotal (P), reelabora la antigua tradición yahvista (J) sobre el alimento milagroso en el desierto y lo eleva a la categoría de relato simbólico.

No se trata de recontar a secas los «milagros» ocurridos en el desierto. Recordemos que la corriente sacerdotal (P) está empeñada en releer la historia de Israel en un contexto muy similar al de los antiguos israelitas en Egipto y en su travesía por el desierto; así que una lista de «milagros» no iba a ayudar al israelita del exilio y del postexilio a reconstruir su fe. Había que interpretar esos acontecimientos y encontrar el valor simbólico que ayudara en el presente a reconstruir la fe y a mirar el futuro con mayor optimismo y esperanza. Es lo mismo que nosotros intentamos hoy, no quedarnos sólo en el ámbito externo del relato; así como el pueblo humillado por el poder babilónico vuelve a encontrar sentido a su historia y vuelve a levantarse de sus ruinas gracias a la Palabra y la acción de Dios reactualizadas, así también nosotros. Tanto este capítulo como 15,22-27 y 17,1-7 son textos «programáticos», es decir, textos que van más allá de lo que desafortunadamente se nos ha enseñado como «milagro»; son el proyecto de vida que el pueblo debe asumir, son el camino de la conciencia del pueblo. No es fortuito el hecho de que los encontramos apenas comenzando la marcha por el desierto y antes de la promulgación de la Alianza en el Sinaí. Puesto que nosotros marchamos por el «desierto» hacia la conquista de una mejor calidad de vida, de una libertad y de una mayor justicia, estos textos nos sirven para ayudar a formar nuestra propia conciencia personal y colectiva.

Aunque el desierto tiene características físicas –el pueblo tuvo que atravesar un desierto real–, aquí tiene un valor simbólico como el espacio y el tiempo en el cual la mentalidad de esclavo de Egipto tiene que desaparecer para dar paso a un nuevo ser, una criatura cuya conciencia y mentalidad tendrá que formarse de acuerdo a la Ley del Señor. No se trata de un cambio de amo, no se trata de salir de un lugar de opresión como Egipto y dejar de obedecer al faraón para pasar a otro lugar también de opresión y muerte, como el desierto, para obedecer a otro tirano. Se trata de establecer en el desierto, como lugar de la conciencia, lo que más conviene a la persona y al grupo. Los mandatos del Señor no son caprichos de un tirano, son las vías, las maneras como el ser humano puede realmente llegar a encontrarse a sí mismo, vivir su libertad y su relación con los otros y con la creación. El desierto, como lugar de la conciencia, es el único camino para poder disfrutar los bienes de la libertad, de la solidaridad y de la justicia.