Éxodo, 3
Vocación de Moisés (Jue 6,11-16)
3 1Moisés pastoreaba el rebaño de su suegro Jetró, sacerdote de Madián; una vez llevó el rebaño más allá del desierto hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. 2El ángel del Señor se le apareció en una llamarada entre las zarzas. Moisés se fijó: la zarza ardía sin consumirse.
3Moisés dijo:
–Voy a acercarme a mirar este espectáculo tan admirable: cómo es que no se quema la zarza.
4Viendo el Señor que Moisés se acercaba a mirar, lo llamó desde la zarza:
–Moisés, Moisés.
Respondió él:
–Aquí estoy.
5Dijo Dios:
–No te acerques. Quítate las sandalias de los pies, porque el sitio que pisas es terreno sagrado.
6Y añadió:
–Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob.
Moisés se tapó la cara temeroso de mirar a Dios.
7El Señor le dijo:
–He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos. 8Y he bajado a librarlos de los egipcios, a sacarlos de esta tierra para llevarlos a una tierra fértil y espaciosa, tierra que mana leche y miel, el país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos. 9La queja de los israelitas ha llegado a mí, y he visto cómo los tiranizan los egipcios. 10Y ahora, anda, que te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.
11Moisés replicó a Dios:
–¿Quién soy yo para acudir al faraón o para sacar a los israelitas de Egipto?
12Respondió Dios:
–Yo estoy contigo, y ésta es la señal de que yo te envío: que cuando saques al pueblo de Egipto, darán culto a Dios en esta montaña.
13Moisés replicó a Dios:
–Mira, yo iré a los israelitas y les diré: el Dios de sus padres me ha enviado a ustedes. Si ellos me preguntan cómo se llama, ¿qué les respondo?
14Dios dijo a Moisés:
–Soy el que soy. Esto dirás a los israelitas: Yo soy me envía a ustedes.
15Dios añadió a Moisés:
–Esto dirás a los israelitas: El Señor Dios de sus padres, Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob, me envía a ustedes. Éste es mi Nombre para siempre: así me llamarán de generación en generación. 16Vete, reúne a las autoridades de Israel y diles: El Señor Dios de sus padres, de Abrahán, de Isaac y de Jacob, se me apareció y me ha dicho: Los tengo presentes y veo cómo los tratan los egipcios. 17He decidido sacarlos de la opresión egipcia y hacerlos subir al país de los cananeos, hititas, amorreos, fereceos, heveos y jebuseos, a una tierra que mana leche y miel. 18Ellos te harán caso, y tú, con las autoridades de Israel, te presentarás al rey de Egipto y le dirás: El Señor Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro, y nosotros tenemos que hacer un viaje de tres jornadas por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios. 19Yo sé que el rey de Egipto no los dejará marchar si no es a la fuerza; 20pero yo extenderé la mano, heriré a Egipto con prodigios que haré en el país, y entonces los dejará marchar. 21Y haré que este pueblo se gane el favor de los egipcios, de modo que al salir no se marchen con las manos vacías. 22Las mujeres pedirán a sus vecinas, o a las dueñas de las casas donde se alojen, objetos de plata y oro y ropa para vestir a sus hijos e hijas. Así se llevarán botín de Egipto.
Notas:
3,1–4,17 Vocación de Moisés. Este largo episodio del encuentro y diálogo entre Dios y Moisés encierra una gran riqueza de contenido y, por tanto, refleja una variada intencionalidad de los redactores del libro. El Dios que se revela a Moisés es el mismo Dios de los patriarcas (3,6.13.15); se trata de un Dios que se interesa por la situación del débil y marginado sin perder su trascendencia, trascendencia que podemos deducir de su manifestación a través del fuego, y del carácter sagrado que adquiere el lugar. El acercamiento de Moisés –y del ser humano– no es de cualquier modo, debe quitarse las sandalias y cubrirse el rostro en gesto de respeto y veneración. Los versículos 7-15 describen la vocación de Moisés y la misión a la que es llamado. Vocación y misión conforman una única realidad, pero dan cuenta, además, de la revelación completa de parte de Dios, de su esencia más íntima (7s). En medio del gran número de divinidades que seguramente se conocían en aquellos lugares, ninguna ha manifestado su esencia ni su interés por un puñado de esclavos, de desheredados.
Esta revelación de la identidad divina y de su compromiso total y eterno con el oprimido adquiere un nuevo sentido en la época del exilio israelita en Babilonia (587-534 a.C.). Ésta es la Buena Noticia: el dios o los dioses que justifican la opresión y las políticas del faraón no tienen nada que ver con el Dios de la justicia y de la libertad; «Yo soy» es el Dios que rescata, el Dios que se lo juega todo a favor de la vida y de la libertad del oprimido.
Quizá Moisés, igual que nosotros, ve demasiado compleja la situación y una competencia demasiado desigual, pues el referente grabado en su conciencia y en la conciencia de su pueblo es que el dios o los dioses del faraón bendicen y acompañan la política opresora egipcia; ésa es la voluntad divina y por lo tanto inmodificable. El diálogo de Dios y Moisés y las inquietudes que Moisés dirige a Dios reflejan ese esquema mental que nosotros aún manejamos. Las palabras de Dios son ese rasgo de la conciencia de Moisés que se rebela contra una supuesta voluntad divina que aniquila poco a poco la vida humana y la existencia del pueblo.
Es fundamental que siempre que haya dudas sobre la auténtica identidad de Dios, sobre su genuina voluntad y sobre el sentido de cualquier texto de la Escritura, se vuelva a este pasaje 3,7-15. Es el criterio máximo que no puede ser derogado por ningún otro. Ni siquiera Jesús lo derogó, sino que lo ratificó y lo llevó a la máxima plenitud.