Éxodo, 5

Moisés y Aarón ante el faraón (1 Re 12)

5 1Después Moisés y Aarón se presentaron al faraón, y le dijeron:

–Así dice el Señor Dios de Israel: Deja salir a mi pueblo, para que celebre mi fiesta en el desierto.

2Respondió el faraón:

–¿Quién es el Señor para que tenga que obedecerle dejando marchar a los israelitas? Ni reconozco al Señor ni dejaré marchar a los israelitas.

3Ellos replicaron:

–El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro: tenemos que hacer un viaje de tres días por el desierto para ofrecer sacrificios al Señor, nuestro Dios; de lo contrario, nos herirá con peste o espada.

4El rey de Egipto les dijo:

–¿Por qué ustedes, Moisés y Aarón, alborotan al pueblo en su trabajo? Vuelvan a transportar sus cargas. Y añadió: 5ya son más numerosos que los naturales del país, y ustedes quieren que dejen de transportar cargas.

6El mismo día, el faraón dio órdenes a los capataces y a los inspectores:

7–No sigan entregando paja para fabricar adobes a esta gente como hacían antes; que vayan ellos a buscarse la paja. 8Pero exíjanles la misma cantidad de adobes que hacían antes, sin disminuir nada. Son unos flojos, y por eso andan gritando: Vamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios.

9Impónganles trabajos pesados y que los cumplan, y no hagan caso de sus cuentos.

10Los capataces y los inspectores salieron, y dijeron al pueblo:

–Esto dice el faraón: No les daré más paja; 11vayan ustedes a buscarla y tráiganla de donde puedan, pero no por eso se les va a rebajar la cantidad de adobes que tienen fijada.

12El pueblo se dispersó por todo el territorio egipcio buscando paja.

13Los capataces los apuraban diciendo:

–Completen su trabajo, la tarea de cada día, como cuando se les daba la paja.

14Los capataces golpeaban a los inspectores israelitas que habían nombrado, diciéndoles:

–¿Por qué no completaron hoy la cantidad de adobes como lo hacían antes?

15Entonces, los inspectores israelitas fueron a reclamar al faraón:

–¿Por qué tratas así a tus siervos? 16Nos exigen que hagamos adobes sin darnos paja; tus siervos se llevan los golpes, pero el culpable es tu pueblo.

17Contestó el faraón:

–Flojos, eso es lo que son, unos flojos; por eso andan diciendo: Vamos a ofrecer sacrificios al Señor. 18Y ahora a trabajar; paja no se les dará, pero tendrán que entregar la misma cantidad de adobes.

19Los inspectores israelitas se vieron en un aprieto cuando les dijeron que no disminuiría la cantidad diaria de adobes, 20y encontrando a Moisés y a Aarón, que los esperaban a la salida del palacio del faraón, 21les dijeron:

–El Señor los examine y los juzgue. Nos han hecho odiosos ante él; al faraón y su corte le han puesto en la mano una espada para que nos mate.

22Moisés volvió al Señor, y le dijo:

–Señor, ¿por qué maltratas a este pueblo? ¿Para qué me has enviado? 23Desde que me presenté al faraón para hablar en tu Nombre, el pueblo es maltratado y tú no has librado a tu pueblo.

Notas:

5,1–6,1 Moisés y Aarón ante el faraón. Comienza la aventura con la necesaria entrevista con el faraón. Para los egipcios y seguramente para muchos extranjeros, entre ellos quizás algunos israelitas, el faraón era algo así como un dios. El hecho de que recibiera a estos «mortales» era ya una gran «bondad» de su parte. La situación se pone tensa cuando se le da la noticia de que el Señor, el Dios de Israel (1) quiere que su pueblo salga de Egipto. La reacción del faraón es normal: ¿Quién es ese Dios? ¿Es que puede tener más poder que el mismo faraón? ¿Podrá el Dios de unos esclavos atreverse a dar órdenes al faraón y a la divinidad que él mismo representa? La respuesta es un «no» contundente y la reacción, la intensificación de las tareas, con lo cual el faraón busca demostrar su poder sobre los israelitas y sobre su Dios (4-18). Los intentos de negociación de los inspectores israelitas también son fallidos, sólo consiguen que se endurezca más la política represiva. Pero esto sólo es el marco literario para la constatación de un hecho que se repite permanentemente en la historia de nuestros pueblos: desanimarse ante la primera dificultad en los trabajos de concienciación y liberación, y dejar como responsabilidad exclusiva del líder o líderes la tarea que en realidad es de todos.

De nuevo hay que subrayar la idea: si no hay conciencia de opresión no puede haber motivo de liberación. Siempre se verá como algo «peligroso» y «problemático» para la estabilidad (21). Esta actitud mueve a Moisés a una oración de intercesión (22s).