Hechos de los Apóstoles, 3

Sanación de un paralítico (cfr. Lc 5,17-26)

3 1Pedro y Juan subían al templo para la oración de media tarde. 2Un hombre paralítico de nacimiento solía ser transportado diariamente y colocado a la puerta del templo llamada la Hermosa, para pedir limosna a los que entraban en el templo. 3Al ver entrar en el templo a Pedro y a Juan, les pidió limosna. 4Pedro, acompañado de Juan, lo miró fijamente y le dijo:

—Míranos.

5Él los observaba esperando recibir algo de ellos. 6Pero Pedro le dijo:

—No tengo plata ni oro pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina.

7Y tomándolo de la mano derecha lo levantó. De inmediato se le robustecieron los pies y los tobillos, 8se levantó de un salto, comenzó a caminar y entró con ellos en el templo, paseando, saltando y alabando a Dios.

9Toda la gente lo vio caminar y alabar a Dios; 10y, al reconocer que era el que pedía limosna sentado a la puerta Hermosa del templo, se llenaron de asombro y estupor ante lo sucedido. 11Como seguía sujetado a Pedro y a Juan, toda la gente corrió asombrada hacia ellos, al pórtico de Salomón.

Discurso de Pedro en el pórtico

12Pedro, al verlos, les dirigió la palabra:

—Israelitas, ¿por qué se asombran y se quedan así, mirándonos como si hubiéramos hecho caminar a éste con nuestro propio poder o santidad? 13El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que entregaron y rechazaron ante Pilato, que había sentenciado ponerlo en libertad.

14Ustedes rechazaron al santo e inocente, y pidieron como una gracia la libertad de un homicida 15mientras dieron muerte al Señor de la vida. Dios lo ha resucitado de la muerte y nosotros somos testigos de ello.

16Porque ha creído en su Nombre, éste que ustedes conocen y están viendo ha recibido de ese Nombre vigor, y la fe que proviene de él le ha dado salud completa en presencia de todos ustedes.

17Ahora bien, hermanos, sé que tanto ustedes como sus jefes lo hicieron por ignorancia. 18Sólo que Dios ha cumplido así lo anunciado por todos los profetas, que su Mesías iba a padecer.

19Ahora, arrepiéntanse y conviértanse para que todos sus pecados sean perdonados, 20y así el Señor hará venir tiempos de consuelo y enviará a Jesús, el Mesías destinado desde el principio para ustedes.

21Él tiene que permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restauración universal que anunció Dios desde antiguo por medio de sus santos profetas.

22Moisés dijo:

El Señor Dios les hará surgir

de entre sus hermanos

un profeta como yo,

escuchen lo que diga.

23El que no escuche a aquel profeta

será excluido de su pueblo.

24Todos los profetas, desde Samuel y por turno, hablaron y anunciaron estos tiempos. 25Ustedes son herederos de los profetas y de la alianza que Dios otorgó a nuestros padres, cuando dijo a Abrahán: En tu descendencia serán benditas todas las familias del mundo.

26Dios resucitó a su siervo y lo envió, primero a ustedes, para bendecirlos haciendo que cada uno se convierta de sus maldades.

Notas:

3,1-11 Sanación de un paralítico. Esta sanación se realiza dentro de la vida cotidiana judía, donde el culto público –uno por la mañana y otro por la tarde– tiene una significación especial.

Pedro y Juan acuden al templo a orar, pero la presencia abatida del paralítico a la entrada les hace cambiar radicalmente. El paralítico representa al pobre y al pueblo marginado por la Ley y el templo.

El paralítico pide una limosna a Pedro. Éste no tiene oro ni plata pero posee un don de un valor incalculable: el poder de invocar el nombre de Jesús Nazareno.

A la invocación acompaña el gesto humano, el tacto comunicativo. El efecto es inmediato. La sanación del paralítico simboliza el poder vivificador de Jesús.

Otro efecto es el asombro de la gente, es decir, una extrañeza o perplejidad que desea y busca comprender. Esta actitud lleva a Pedro a dar testimonio y anunciar, de nuevo, la muerte y resurrección de Jesús.

3,12-26 Discurso de Pedro en el pórtico. He aquí el segundo discurso misionero de Pedro, que interpreta el milagro anterior en todo su sentido y significación. No lo hace con teorías ni sermones abstractos. Ante los ojos de todos estaba el mendigo lisiado, ya sanado y lleno de alegría. Un poder nuevo, que no es el del dinero, se ha manifestado en medio de todos. Pedro dice que ese poder no es suyo, sino del «nombre» de Jesús. En la cultura bíblica, hablar y actuar en «nombre» de alguien significaba hacerlo con la autoridad y el poder de dicha persona.

A lo largo de su discurso Pedro nos dice lo que significa el «nombre» de Jesús: es el Servidor, es el Príncipe de la Vida, es el Mesías Salvador, es el Santo e Inocente. Dios lo ha resucitado y enviado para bendecir y convertir a cada uno de sus maldades.

Pedro destaca la importancia de la fe en Jesús, tanto de los que invocan su nombre –Juan y él– como del paralítico que pide la sanación.

En este episodio Lucas nos presenta de un modo narrativo en qué debe consistir el testimonio de la Iglesia de todos los tiempos: liberación; anuncio del poder de Jesús resucitado y vivo en medio de su pueblo; denuncia; invitación a la conversión y a un cambio radical de vida; y creación de una nueva comunidad.