Job 2

Cuarta escena: En el cielo

2 1Un día fueron los ángeles y se presentaron al Señor; entre ellos llegó también Satán. 2El Señor le preguntó:

–¿De dónde vienes?

Él respondió:

–De dar vueltas por la tierra.

3El Señor le dijo:

–¿Te has fijado en mi siervo Job? En la tierra no hay otro como él: es un hombre justo y honrado, religioso y apartado del mal, y tú me has incitado contra él, para que lo aniquilara sin motivo; pero todavía persiste en su honradez.

4Satán respondió:

–Una piel por otra piel; uno da todo lo que tiene por la vida. 5Ponle la mano encima, hiérelo en la carne y en los huesos, y te apuesto a que te maldice en tu cara.

6El Señor le dijo:

–Haz lo que quieras con él, pero respétale la vida.

Quinta escena:

En la tierra

7Y Satán se marchó. E hirió a Job con llagas malignas, desde la planta del pie a la coronilla. 8Job agarró un pedazo de teja para rascarse con ella, y permaneció sentado en medio de la ceniza. 9Su mujer le dijo:

–¿Todavía persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete.

10Él le contestó:

–Hablas como una necia. Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

A pesar de todo, Job no pecó con sus labios.

11Tres amigos suyos –Elifaz de Temán, Bildad de Suj y Sofar de Naamat–, al enterarse de la desgracia que había sufrido, salieron de su tierra y se reunieron para ir a compartir su pena y consolarlo. 12Cuando lo vieron a distancia, no lo reconocían y rompieron a llorar; se rasgaron el manto, se echaron polvo sobre la cabeza y hacia el cielo 13y se quedaron con él, sentados en el suelo, siete días con sus noches, sin decirle una palabra, viendo lo atroz de su sufrimiento.

Notas:

2,1-6 Cuarta escena: En el cielo. La corte celestial está de nuevo en sesión. Lo que Job va a defender a lo largo de todo el libro, queda patente ante todos: no hay conexión entre su vida virtuosa y sus sufrimientos. Satán replica con un proverbio tan enigmático que nos deja sin saber qué quiere proponer. Parece insinuar una apuesta: si Job es atacado en su mismo cuerpo, con seguridad prorrumpirá en blasfemias contra Dios.

2,7-13 Quinta escena: En la tierra. Job es atacado por una repulsiva enfermedad cuya descripción es demasiado general como para poder ser diagnosticada. La tradición sapiencial de la Biblia reconoce y alaba a la mujer sabia (Prov 31,10-31), pero a la mujer de Job sólo se le ocurren consejos estúpidos. No obstante Job no va a caer en la tentación de decir estupideces: «A pesar de todo, Job no pecó con sus labios» (10).

Tres amigos reciben la noticia de la situación de Job y, movidos por la compasión, se reúnen desde sus respectivas tierras lejanas –no podemos identificarlas con exactitud– y se ponen en camino para ofrecerle consuelo. Pero al llegar y ver el estado de Job, también ellos prorrumpen en lamentaciones y se sientan en el polvo junto a él, en silencio.

Y así termina el prólogo. El escenario está completo: Job, sentado en el polvo; Dios, desde el cielo, mira atentamente. La apuesta en juego es: ¿Qué va a decir Job? La audiencia –Dios, los amigos y nosotros, los lectores– espera con ansiedad.