Josué, 5
5 1Cuando los reyes amorreos de Cisjordania y los reyes cananeos de occidente oyeron que el Señor había secado el agua del Jordán ante los israelitas hasta que ellos pasaron, quedaron llenos de temor y no tuvieron ánimo para oponerles resistencia.
Circuncisión (Gn 17,23-27; Éx 12,44-49)
2En aquella ocasión dijo el Señor a Josué:
–Hazte cuchillos de piedra, siéntate y vuelve a circuncidar a los israelitas.
3Josué hizo cuchillos de piedra y circuncidó a los israelitas en Guibat Haaralot.
4El motivo de esta circuncisión fue que todos los varones que habían salido de Egipto, como todos los guerreros, habían muerto en el desierto, en el camino desde Egipto. 5Y aunque todos los que salieron de Egipto estaban circuncidados, los nacidos en el desierto, en el camino desde Egipto, estaban sin circuncidar. 6Porque los israelitas anduvieron por el desierto cuarenta años, hasta que la generación de guerreros que habían salido de Egipto y que no obedecieron al Señor se acabó, conforme a su juramento de que no verían la tierra que el Señor había jurado a sus padres que les daría, una tierra que mana leche y miel. 7Dios les suscitó descendientes; a éstos los circuncidó Josué, porque estaban sin circuncidar, ya que no los habían circuncidado durante el viaje.
8Cuando todos acabaron de circuncidarse, se quedaron guardando reposo hasta que se sanaron. 9Entonces el Señor dijo a Josué:
–Hoy les he quitado de encima la vergüenza de Egipto.
Y a aquel sitio le pusieron el nombre de Guilgal, y todavía se llama así.
Pascua (Éx 12; 16)
10Los israelitas estuvieron acampados en Guilgal y celebraron la Pascua el catorce del mismo mes, por la tarde, en la llanura de Jericó. 11A partir del día siguiente a la Pascua comieron de los productos del país; el día de Pascua comieron panes sin levadura y grano tostado. 12A partir del día siguiente que comieron de los productos del país, faltó el maná. Los israelitas no volvieron a tener maná; aquel año comieron de los frutos del país de Canaán.
13Estando ya cerca de Jericó, Josué levantó la vista y vio a un hombre de pie frente a él con la espada desenvainada en la mano. Josué fue hacia él y le preguntó:
–¿Eres de los nuestros o del enemigo?
14Contestó:
–No. Soy el general del ejército del Señor, y acabo de llegar.
Josué cayó rostro a tierra, adorándolo. Después le preguntó:
–¿Qué orden trae mi señor a su siervo?
15El general del ejército del Señor le contestó:
–Descálzate, porque el sitio que pisas es sagrado.
Josué se descalzó.
Notas:
5,2-9 Circuncisión. La intencionalidad inmediata de esta exigencia es preparar al pueblo para la celebración de la Pascua que imponía como prerrequisito indispensable la circuncisión. Ésta era una práctica higiénica generalizada en muchas culturas de Mesopotamia y Canaán, que adquirió para los israelitas un valor religioso: era signo de pertenencia exclusiva a Dios. Dejado atrás Egipto, con su carga simbólica de opresión; dejado atrás también el desierto, con su connotación simbólica de maduración y transformación de la conciencia, con los pies ya en la tierra prometida, ahora se hace necesario poner como punto de partida para habitar el territorio de la libertad el signo que recordará a cada uno su compromiso personal de llevar a cabo el proyecto de un pueblo liberado y liberador en esta tierra. Pero, desafortunadamente, la circuncisión se quedó reducida a una simple marca en la carne y casi nunca realizó la ideal original (Dt 10,16); ésta es la denuncia del Señor por medio de Jeremías cuando propone una circuncisión de corazón (Jr 4,4). En cierta forma, aquí también puede percibirse el sabor a denuncia profética; recordemos que estamos ante una relectura de la historia de la corriente deuteronomista (D) que trata de responder a los interrogantes que han suscitado en el pueblo tantos reveses históricos, especialmente los sucedidos en el 587 a.C.: la caída de Judá, la destrucción del templo y la deportación a Babilonia. Quizá los redactores quieran enseñar que esa separación entre circuncisión y compromiso de vida es la causa de las desgracias que ha vivido la nación.
5,10-15 Pascua. Una vez quitada «la vergüenza de Egipto» (9) mediante la circuncisión, el pueblo celebra la Pascua que no había vuelto a celebrarse desde aquella noche en que sus padres salieron de Egipto. No hay aquí intención alguna de instituir la fiesta o de regularla, sino simplemente de constatar que la celebraron una vez dejado atrás el desierto, donde nunca se celebró, y después de atravesar el Jordán, signo del paso definitivo a la libertad. Detrás se encuentra una gran verdad teológica: la Pascua es la celebración de la vida y de la libertad. Junto con la noticia de la celebración de la Pascua se nos dice que al siguiente día el pueblo comenzó a comer de los frutos de la tierra y que ya no hubo más maná, una manera de decir que la Pascua siempre tiene que marcar experiencias vitales nuevas y distintas. Los versículos 13-15 sirven para introducir el relato de la conquista de Jericó y ratifican de nuevo la asistencia y presencia divinas en esta empresa conquistadora.