Jueces, 6

Gedeón

(13)

6 1Los israelitas hicieron lo que el Señor reprueba, y el Señor los entregó a Madián por siete años. 2El régimen de Madián fue tiránico. Para librarse de él, los israelitas tuvieron que valerse de las cuevas de los montes, las cavernas y los refugios.

3Cuando los israelitas sembraban, los madianitas, los amalecitas y los orientales venían y los atacaban; 4acampaban frente a ellos y destruían todos los sembrados, hasta la entrada de Gaza. No dejaban nada con vida en Israel, ni oveja, ni buey, ni asno; 5porque venían con sus rebaños y sus tiendas de campaña, numerosos como langostas, hombres y camellos sin número, e invadían el país devastándolo. 6Con esto Israel iba empobreciéndose por culpa de Madián.

7Entonces los israelitas pidieron ayuda al Señor. Y cuando los israelitas suplicaron al Señor por causa de Madián, 8el Señor les envió un profeta a decirles:

–Así dice el Señor, Dios de Israel: Yo los hice subir de Egipto, los saqué de la esclavitud, 9los libré de los egipcios y de todos sus opresores, los expulsé ante ustedes para entregarles sus tierras, y les dije: 10Yo soy el Señor, su Dios; no adoren a los dioses de los amorreos, en cuyo país van a vivir. Pero ustedes no escucharon mi voz.

11El ángel del Señor vino y se sentó bajo la Encina de Ofrá, propiedad de Joás, de Abi-Ezer, mientras su hijo, Gedeón, estaba limpiando a escondidas el trigo en el lagar, para que los madianitas no lo vieran.

12El ángel del Señor se le apareció y le dijo:

–El Señor está contigo, valiente.

13Gedeón respondió:

–Perdón; si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Dónde han quedado aquellos prodigios que nos contaban nuestros padres: De Egipto nos sacó el Señor…? La verdad es que ahora el Señor nos ha desamparado y nos ha entregado a los madianitas.

14El Señor se volvió a él y le dijo:

–Vete, y con tus propias fuerzas salva a Israel de los madianitas. Yo te envío.

15Gedeón replicó:

–Perdón, ¿cómo puedo yo librar a Israel? Precisamente mi familia es la menor de Manasés, y yo soy el más pequeño en la casa de mi padre.

16El Señor contestó:

–Yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.

17Gedeón insistió:

–Si he alcanzado tu favor, dame una señal de que eres tú quien habla conmigo. 18No te vayas de aquí hasta que yo vuelva con una ofrenda y te la presente.

El Señor dijo:

–Aquí me quedaré hasta que vuelvas.

19Gedeón marchó a preparar un cabrito y unos panes sin levadura con una medida de harina; colocó luego la carne en la canasta y echó el caldo en una olla; se lo llevó al Señor y se lo ofreció bajo la encina.

20El ángel del Señor le dijo:

–Toma la carne y los panes sin levadura, colócalos sobre esta roca y derrama el caldo.

Así lo hizo. 21Entonces el ángel del Señor alargó la punta del bastón que llevaba, tocó la carne y los panes, y se levantó de la roca una llamarada que los consumió. Y el ángel del Señor desapareció.

22Cuando Gedeón vio que se trataba del ángel del Señor, exclamó:

–¡Ay Dios mío, que he visto al ángel del Señor cara a cara!

23Pero el Señor le dijo:

–¡Paz, no temas, no morirás!

24Entonces Gedeón levantó allí un altar al Señor y le puso el nombre de Señor de la Paz. Hasta hoy se encuentra en Ofrá de Abi-Ezer.

25Aquella noche habló el Señor a Gedeón:

–Toma el buey de siete años que tiene tu padre, derriba el altar de tu padre dedicado a Baal y corta el árbol sagrado que está junto a él; 26levanta luego un altar al Señor, tu Dios, en la cima del barranco, con las piedras bien puestas; toma el buey y ofrécelo en sacrificio aprovechando la leña del árbol ya cortado.

27Gedeón eligió a diez de sus criados e hizo lo que le había mandado el Señor; pero por temor a sus familiares y a la gente del pueblo, en lugar de hacerlo de día, lo hizo durante la noche.

28Cuando los vecinos se levantaron temprano, encontraron destruido el altar de Baal, cortado el árbol sagrado junto a él y sacrificado el buey sobre el altar recién construido. 29Entonces se preguntaban:

–¿Quién habrá sido?

Indagaron, averiguaron y llegaron a la conclusión:

–Ha sido Gedeón, hijo de Joás.

30Entonces le dijeron a Joás:

–Trae aquí a tu hijo, debe morir; porque ha derribado el altar de Baal y cortado el árbol sagrado que había junto a él.

31Joás respondió a todos los que lo amenazaban:

–¿Acaso a ustedes les corresponde defender a Baal? ¿Son ustedes los que tienen que salvarlo? Si Baal es dios, que se defienda a sí mismo, ya que Gedeón derribó su altar. El que pretenda defenderlo, morirá antes del amanecer.

32Por eso aquel día pusieron a Gedeón el apodo de Yerubaal, comentando:

–¡Que Baal se defienda de él, ya que él derribó su altar!

33Los madianitas, los amalecitas y los orientales se aliaron, cruzaron el río y acamparon en la llanura de Yezrael.

34El Espíritu del Señor se apoderó de Gedeón, que tocó la trompeta, y los de Abiézer se reunieron detrás de él. 35Envió mensajeros por todo el territorio de Manasés, y ellos también se le unieron; lo mismo hizo en Aser, Zabulón y Neftalí, y todos ellos vinieron a unírsele.

36Gedeón dijo a Dios:

–Si realmente vas a salvar a Israel por mi medio, como aseguraste, 37mira, voy a extender un cuero lanudo de oveja en el lugar donde se trilla el trigo: si cae el rocío sobre la lana mientras todo el suelo queda seco, me convenceré de que vas a salvar a Israel por mi medio, como aseguraste.

38Así sucedió. Al día siguiente Gedeón madrugó, retorció la lana, exprimiéndole el rocío, y llenó una taza de agua. 39Entonces Gedeón dijo a Dios:

–No te enfades conmigo si te hago otra propuesta; haré sólo otra vez la prueba con el vellón: que sólo el vellón quede seco, y, en cambio, caiga rocío sobre el suelo.

40Así lo hizo Dios aquella noche: sólo el vellón quedó seco, mientras que cayó rocío en todo el suelo.

Notas:

6,1–8,35 Gedeón. Con la historia de Gedeón el autor nos introduce en un nuevo ciclo. El autor le dedica tres capítulos, convirtiendo este episodio en el más importante en todo el libro. El drama del pueblo de Israel se repite: después de cierto periodo de paz –40 años–, los israelitas hacen lo que Dios reprueba (6,1); el Señor los entrega a sus enemigos, el pueblo pide ayuda a Dios, el Señor envía a su mensajero para liberar a su pueblo. Por primera vez, se informa de la severidad de la opresión. Los israelitas tienen que esconderse en los cerros y en las cuevas. Ellos no pueden ni siquiera cosechar lo que han sembrado, porque los madianitas y amalecitas destruyen todo, y esto ocasiona gran miseria en Israel. En la historia de Gedeón, los hijos de Israel no son inmediatamente liberados por un juez. Dios les envía a un profeta (6,7-10). Este detalle se vincula al episodio anterior, donde al autor nos presenta a Débora como profetisa (4,4). Posiblemente la audiencia se llenó de falsas expectaciones: si Débora, siendo mujer hizo tantas maravillas, qué no hará este profeta que viene de parte de Dios. Desgraciadamente este profeta no es tan eficiente como Débora, por tal motivo Dios tiene que ir personalmente a confirmar a Gedeón para que libere a Israel. Gedeón con la ayuda de Dios supo organizar las tribus del norte para hacer frente a los madianitas, enemigos del pueblo de Israel. La vocación de Gedeón responde al clamor del pueblo de Israel. El llamado que Dios hace a este campesino que se encuentra ocupado en su labor, tratando de salvar su cosecha, es muy parecida al llamado de otros héroes bíblicos (Moisés, Saúl y Jeremías). El autor nos informa que Gedeón era valiente, pero aun así pide una señal para estar seguro que es Dios quien lo envía a rescatar a Israel. Gedeón comienza con reconocer su pequeñez y sus orígenes humildes. Recordemos por un momento, las objeciones que Moisés le pone a Dios: ¿Quién soy yo para ir al faraón y sacar de Egipto a los hijos de Israel? (Éx 3,11), o la clásica objeción de Jeremías: No sé hablar. Soy todavía un niño (Jr 1,6). La respuesta del Señor es en todos los casos la promesa de una ayuda eficiente: Él estará siempre con aquel al que envía (6,16; Éx 3,12; Jr 1,8). En estos tres capítulos la presencia de Dios será la garantía de la victoria, Gedeón tendrá que aprender a caminar y a confiar plenamente en el Espíritu de Dios, sólo así el pueblo gozará de paz.