Lucas, 2

Nacimiento de Jesús (cfr. Mt 1,18–2,12)

2 1Por entonces se promulgó un decreto del emperador Augusto que ordenaba a todo el mundo inscribirse en un censo. 2Éste fue el primer censo realizado siendo Quirino gobernador de Siria. 3Acudían todos a inscribirse, cada uno en su ciudad. 4José subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada Belén –pues pertenecía a la Casa y familia de David–, 5a inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

6Estando allí le llegó la hora del parto 7y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada. (cfr. Mt 2,1-12)

8Había unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los rebaños a la intemperie. 9Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos sintieron un gran temor. 10El ángel les dijo:

—No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: 11Hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. 12Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

13Al ángel, en ese momento, se le juntó otra gran cantidad de ángeles, que alababan a Dios diciendo:

14—¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él!

15Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían:

—Crucemos hacia Belén, a ver lo que ha sucedido y nos ha comunicado el Señor.

16Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. 17Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. 18Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. 19Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón.

20Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado.

Circuncisión y presentación de Jesús

21Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido.

22Y, cuando llegó el día de su purificación, 23de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor; 24además ofrecieron el sacrificio que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.

Bendición de Simeón

25Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. 26Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. 27Conducido por el mismo Espíritu, se dirigió al templo. Cuando los padres introducían al niño Jesús para cumplir con él lo mandado en la ley, 28Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

29Ahora, Señor, según tu palabra,
puedes dejar que tu sirviente muera en paz
30porque mis ojos han visto a tu salvación,
31que has dispuesto
ante todos los pueblos
32como luz para iluminar a los paganos
y como gloria de tu pueblo Israel.

33El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. 34Simeón los bendijo y dijo a María, la madre:

—Mira, este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será signo de contradicción 35y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.

Alabanza de Ana

36Estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, casada en su juventud había vivido con su marido siete años, 37desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. 38Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén.

De vuelta a Nazaret

39Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba.

El niño Jesús en el Templo

41Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. 42Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. 43Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. 44Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos. 45Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén. 46Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas. 48Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:

—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.

49Él replicó:

—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?

50Ellos no entendieron lo que les dijo. 51Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

52Jesús crecía en [el] saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Notas:

2,1-20 Nacimiento de Jesús. Lucas enmarca el nacimiento de Jesús en unas coordenadas históricas concretas: en un período de dominio romano, y en una coyuntura histórica precisa: la realización de un censo con todo lo que ello implicaba. No interesa si estas coordenadas «históricas» coinciden realmente, lo importante para Lucas y su comunidad es que en un punto de la historia –del tiempo y del espacio– se verifica un nacimiento muy particular: el del Mesías. Lucas hace coincidir este nacimiento en Belén en los mismos días que José y María han realizado un viaje a la pequeña ciudad llamada precisamente «Ciudad de David». Es también muy importante para Lucas señalar las circunstancias materiales en que nace Jesús. Para el evangelista, esto no es circunstancial, se trata de un acto supremo de la voluntad divina, así ha querido Dios que se desarrolle este acontecimiento; prueba de ello es la aparición del ángel a los pastores, el anuncio exclusivo del nacimiento de alguien que ya Lucas presenta como «Salvador», «Mesías» y «Señor»; el coro celestial y la movilización de ellos hasta donde está María para adorar al niño.

Pese a la humildad del cuadro en el pesebre, hay algo que le da a todo el ambiente una luminosidad y una espectacularidad especial: la alegría de todos, lo cual motiva a la glorificación y la alabanza a Dios; y en medio de todo, Lucas resalta otro detalle: todo esto, María lo medita y lo conserva en su corazón (19).

2,21-40 Circuncisión y presentación de Jesús – Bendición de Simeón – Alabanza de Ana – De vuelta a Nazaret. Los padres de Jesús, fieles a las tradiciones de su pueblo y a lo mandado por el Señor, cumplen con tres ritos establecidos por la Ley: la circuncisión del niño a los ocho días de nacido (Lv 12,3; cfr. Gn 17,10-14), momento en el cual se le imponía el nombre a la criatura; la presentación en el Templo por tratarse del primogénito varón (Éx 13,2.12.15) y la purificación de la madre.

Mediante la circuncisión, el varón israelita queda incorporado al pueblo de la alianza; se trata por tanto de un sello, una marca en la carne como señal de pertenencia.

La presentación del primogénito varón tenía como finalidad consagrar a todos los primogénitos al Señor según el criterio de que todo primer fruto, tanto de humanos como de animales y vegetales, pertenece al Señor (Éx 13,2).

Por último la purificación establecida por el Levítico apuntaba directamente a la pureza ritual y cultual, nada tenía que ver con el aspecto moral.

Estas «diligencias» en Jerusalén sirven de marco a Lucas para llevar más lejos el efecto de la presentación del niño. No se trata simplemente de mostrar a los padres de Jesús cumpliendo con las normas y preceptos del Señor o de demostrar que ya desde su infancia Jesús quedó inserto en el pueblo de la alianza y de las promesas, sino más bien de subrayar el profundo significado que tiene Jesús para el pueblo, en esta ocasión lo pone en labios de Simeón (28-35) y de Ana (36-38).

2,41-52 El niño Jesús en el Templo. La centralidad de este relato está en el doble diálogo entre Jesús y los ancianos del templo y el de Jesús con sus padres. La ocasión sirve para que Lucas defina dos cosas, una: la paternidad divina de Jesús, primeras palabras de Jesús en el evangelio de Lucas, «mi Padre»; y segunda: la declaración por parte de Jesús del destino que dará a su vida: «los asuntos de mi Padre». Aunque ésta no es precisamente la ocasión para que Jesús se lance a su ministerio público, ya Lucas anticipa desde aquí lo que moverá a su protagonista a la acción: los asuntos del Padre, su plan o proyecto: su reinado. Nadie entiende nada, nadie discute nada, ni siquiera sus propios padres; María guardaba todo esto en su corazón; algún día entenderá… por lo pronto, queda un primer pincelazo del modelo de discípulo dócil a la Palabra que Lucas quiere presentar desde la imagen de María; pero por ahora regresan a Nazaret donde Jesús seguirá creciendo «en el saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres» (52).