Marcos, 1
Prólogo (cfr. Lc 1,1-4; Jn 1,1-18)
1 1Comienzo de la Buena Noticia de Jesucristo. [Hijo de Dios.]
Juan el Bautista (Mt 3,1-3; Lc 3,3s; cfr. Jn 1,19-23)
2Tal como está escrito en la profecía de Isaías:
Mira, envío por delante
a mi mensajero
para que te prepare el camino.
3Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino al Señor,
enderecen sus senderos.
4Así se presentó Juan en el desierto, bautizando y predicando un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. (Mt 3,4-6)
5Toda la población de Judea y de Jerusalén acudía a él, y se hacía bautizar por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6Juan llevaba un manto hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la cintura, y comía saltamontes y miel silvestre. (Mt 3,11; Lc 3,15s; cfr. Jn 1,24-28)
7Y predicaba así:
—Detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de agacharme para soltarle la correa de sus sandalias. 8Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
Bautismo de Jesús (cfr. Mt 3,13-17; Lc 3,21s; Jn 1,29-34)
9En aquel tiempo vino Jesús desde Nazaret de Galilea y se hizo bautizar por Juan en el Jordán.
10En cuanto salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu bajando sobre él como una paloma. 11Se escuchó una voz del cielo que dijo:
—Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto.
La prueba en el desierto (cfr. Mt 4,1-11; Lc 4,1-13)
12Inmediatamente el Espíritu lo llevó al desierto, 13donde pasó cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía con las fieras y los ángeles le servían.
Comienza su proclamación (Mt 4,12.17; Lc 4,14s)
14Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de Dios. 15Decía:
—Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Arrepiéntanse y crean en la Buena Noticia.
Llama a sus primeros discípulos (Mt 4,18-22; cfr. Lc 5,1-11; Jn 1,35-51)
16Caminando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las redes al lago, pues eran pescadores.
17Jesús les dijo:
—Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.
18Inmediatamente, dejando las redes, le siguieron.
19Un trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que arreglaban las redes en la barca. 20Inmediatamente los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con él.
Enseña y exorciza en Cafarnaún (Lc 4,31-37)
21Llegaron a Cafarnaún y el sábado siguiente entró en la sinagoga a enseñar. 22La gente se asombraba de su enseñanza porque lo hacía con autoridad, no como los letrados. 23Precisamente en aquella sinagoga había un hombre poseído por un espíritu inmundo, que gritó:
24—¿Qué tienes contra nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: ¡el Consagrado de Dios!
25Jesús le increpó:
—¡Calla y sal de él!
26El espíritu inmundo sacudió al hombre, dio un fuerte grito y salió de él.
27Todos se llenaron de estupor y se preguntaban:
—¿Qué significa esto? ¡Una enseñanza nueva, con autoridad! Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen.
28Su fama se divulgó rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Sana y exorciza en torno a la casa (Mt 8,14-16; Lc 4,38-41)
29Después salió de la sinagoga y con Santiago y Juan se dirigió a casa de Simón y Andrés. 30La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo hicieron saber enseguida. 31Él se acercó a ella, la tomó de la mano y la levantó. Se le fue la fiebre y se puso a servirles.
32Al atardecer, cuando se puso el sol, le llevaron toda clase de enfermos y endemoniados. 33Toda la población se agolpaba a la puerta. 34Él sanó a muchos enfermos de diversas dolencias y expulsó a numerosos demonios, a los que no les permitía hablar, porque lo conocían.
Oración y misión de Jesús (Lc 4,42-44)
35Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando.
36Simón y sus compañeros lo buscaron 37y cuando lo encontraron, le dijeron:
—Todos te están buscando.
38Les respondió:
—Vámonos de aquí a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues a eso he venido.
39Y fue predicando en sus sinagogas y expulsando demonios por toda Galilea.
Sana a un leproso (Mt 8,1-4; Lc 5,12-16)
40Se le acercó un leproso y [arrodillándose] le suplicó:
—Si quieres, puedes sanarme.
41Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Lo quiero, queda sano.
42Al instante se le fue la lepra y quedó sano. 43Después lo despidió advirtiéndole enérgicamente:
44—Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
45Pero al salir, aquel hombre se puso a proclamar y divulgar más el hecho, de modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares despoblados. Y aun así, de todas partes acudían a él.
Notas:
1,1 Prólogo. El primer versículo es una especie de prólogo con el que Marcos indica lo que va a tratar: «la Buena Noticia de Jesucristo». La expresión «Comienzo» señala no sólo el inicio de su obra, sino también una nueva etapa en la historia de salvación: el Nuevo Testamento. El centro de esta Buena Noticia es Jesús.
¿Quién es Jesús? Marcos lo irá revelando progresivamente. De momento sólo lo enuncia: Jesucristo es el «Hijo de Dios». Este enunciado irá adquiriendo contenidos sorprendentes, hasta llegar a su cumbre, casi al final del evangelio, cuando un centurión romano, al ver cómo Jesús muere, exclama: «Realmente este hombre era Hijo de Dios» (15,39). Así pues, la revelación de Jesús como Hijo de Dios confiere sentido a todo el relato evangélico, y la presencia del enunciado al inicio y al final lo confirma.
1,2-8 Juan el Bautista. Marcos recuerda la profecía que anuncia la cercanía del tiempo mesiánico (2s). Aunque la atribuye a Isaías (2a), la primera parte (2b) es una combinación de Éx 23,20 y de Mal 3,1. La segunda parte (3) sí que es de Is 40,3. El tiempo mesiánico está cerca, la voz de su mensajero ya se escucha.
Juan es el mensajero anunciado (2-4). El esperado «Elías» que preparará el camino al Señor (cfr. Mal 3,23). Y lo hace con un bautismo de arrepentimiento, de cambio de vida (5). Su forma de vestir y de alimentarse lo revelan como profeta (6; cfr. 2 Re 1,8; Zac 13,4).
Probablemente muchos lo confundían con el Mesías. Marcos aclara esta situación, su condición ante Jesús es incluso inferior a la de un siervo con su señor (7). Juan sólo puede bautizar con agua (exteriormente); en cambio Jesús bautiza con espíritu.
1,9-11 Bautismo de Jesús. Jesús asume nuestra condición de pecadores, con ello expresa su determinación de dar la vida a favor de los demás. El descenso del Espíritu confirma la reapertura de la comunicación entre el cielo y la tierra. Dios se hace accesible a la humanidad por medio de Jesús, su Hijo (cfr. Sal 2,7; Is 42,1).
1,12s La prueba en el desierto. El hecho de ser Hijo de Dios no exime a Jesús de su condición humana. Por eso el mismo Espíritu que recibe del Padre en el bautismo, es el que le empuja al desierto. El desierto para el pueblo de Israel era tradicionalmente lugar de prueba y de toma de decisión, allí debía aprender a confiar en Dios (cfr. Dt 8). Los cuarenta días recuerdan las pruebas sufridas por Moisés (Éx 34,28) y Elías (1 Re 19,8). Satanás hacía parte de la corte celestial y actuaba como fiscal (Job 1s; Zac 3,1s) o como Adversario del proyecto divino (Ap 12,7-9). A diferencia de Mateo y de Lucas, Marcos no dice nada más sobre las pruebas. Eso sí, deja claro el triunfo de Jesús: su abandono en la providencia de Dios, expresado en la convivencia con los animales y en el servicio que le brindan los ángeles (13).
1,14s Comienza su proclamación. Este breve pasaje concluye la introducción del evangelio (1-13) y da comienzo a una nueva etapa: la intensa actividad de Jesús en Galilea, que empieza precisamente cuando termina la de Juan el Bautista (14a). «Proclamar» o «predicar» es la actividad principal de Jesús. «Se ha cumplido el tiempo» indica el comienzo de una nueva etapa en la historia de la salvación. «El reino de Dios» no es un lugar sino una experiencia de vida bajo los parámetros del proyecto divino (vida, justicia, solidaridad, fraternidad, paz). La presencia de Jesús hace cercano ese reino. «Arrepentirse» significa cambiar de rumbo, volver a Dios, en este caso, creer en la Buena Noticia de Jesús.
1,16-20 Llama a sus primeros discípulos. Jesús llama, elige a sus discípulos, para dar sentido comunitario a su misión. Sin comunidad no hay reino. Tradicionalmente los discípulos buscaban a su maestro. Aquí es Jesús el que toma la iniciativa: llama a sus discípulos y los hace pescadores de hombres, metáfora que da sentido universal a su misión.
Por otro lado, los discípulos responden con prontitud al Maestro, y dejándolo todo le siguen. En esto consiste la vocación cristiana. Es el seguimiento radical a Jesús: Camino, Verdad y Vida.
1,21-28 Enseña y exorciza en Cafarnaún. Jesús enseña y actúa con una autoridad que se fundamenta en el poder liberador de Dios. En lenguaje y mentalidad de la época, el evangelista presenta su lucha contra los poderes que oprimen a la humanidad. El exorcismo que realiza al hombre «poseído», es una invitación a sus discípulos para luchar, en el anuncio del Evangelio, contra todo tipo de «posesión» que someta y denigre a la humanidad.
La gente comienza a admirarlo pues su prédica y su enseñanza van de la mano, es una, es coherente. Esta admiración suscita, desde ya, intriga sobre su identidad: «¿Qué significa esto?» (27).
1,29-39 Sana y exorciza en torno a la casa – Oración y misión de Jesús. La referencia a la casa (1,29.33; 2,1s.15; 3,20; 7,17; 9,28.33; 10,10) probablemente sea una alusión al lugar de encuentro de la comunidad de Marcos, en ella Jesús sigue actuando y hacia ella concurre mucha gente.
La suegra de Pedro simboliza la situación de exclusión que sufrían las mujeres ancianas y enfermas. Los discípulos interceden por ella como un acto de solidaridad con el necesitado. Con tres verbos Jesús indica el mejor modo para relacionarse con el oprimido: acercarse, entrar en contacto con él y levantarlo (31). Jesús espera que quien sea sanado, levantado o liberado, se ponga al servicio de la causa del reino. Esto es parte de la identidad cristiana.
Las sanaciones se extienden a todos los que se acercan al Maestro, y revelan a un Jesús solidario, que pasa del discurso a la práctica liberadora.
Con su ejemplo, Jesús enseña la importancia de la oración al comenzar toda jornada misionera.
¿Por qué todos lo buscan?, ¿por los milagros o porque quieren adherirse a su proyecto? Jesús sabe que todo entusiasmo basado sólo en los milagros y no en el proyecto total del reino de Dios falsea su misión.
1,40-45 Sana a un leproso. A un leproso en aquel tiempo se le trataba como a un «muerto viviente»; era aislado, despreciado y condenado a estar lejos de los demás y de Dios, lejos de la vida. Esto lo establecía incluso la Ley (Lv 5,3; Nm 5,2), ya que sólo así se garantizaba la salud y la pureza del pueblo. Pero la fe del leproso y el amor de Jesús superan todas estas circunstancias, hacen realidad la Buena Noticia del reinado de Dios.
De nuevo, tres verbos muestran la ternura y la cercanía de Jesús con los marginados: compadecerse, extender la mano y tocar. Jesús no se conforma con estar cerca, sino que pasa a transformar la realidad de marginación sanando al leproso: Ya sano, el leproso vuelve a la vida, es restablecido no sólo físicamente sino también social y espiritualmente.
A pesar de la prohibición, el leproso se convierte en un evangelizador que propaga las acciones liberadoras de Jesús. La prohibición de divulgar lo sucedido se conoce como «secreto mesiánico», que desde la perspectiva del evangelista, es una manera de decir que el proyecto de Jesús sólo podrá ser comprendido correctamente después de su muerte y resurrección.