Marcos, 10
Sobre el divorcio (Mt 19,1-9)
10 1Desde allí se encaminó al territorio de Judea, al otro lado del Jordán. De nuevo se acercó a él una multitud y, según su costumbre, se puso a enseñar. 2Llegaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:
—¿Puede un hombre separarse de su mujer?
3Les contestó:
—¿Qué les mandó Moisés?
4Respondieron:
—Moisés permitió escribir el acta de divorcio y separarse.
5Jesús les dijo:
—Porque son duros de corazón Moisés escribió ese precepto. 6Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer, 7y por eso abandona un hombre a su padre y a su madre, [se une a su mujer] 8y los dos se hacen una sola carne. De suerte que ya no son dos, sino una sola carne. 9Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.
10Una vez en casa, los discípulos le preguntaron de nuevo acerca de aquello.
11Él les dijo:
—El que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio contra la primera. 12Si ella se divorcia del marido y se casa con otro, comete adulterio.
Bendice a unos niños (Mt 19,13-15; Lc 18,15-17)
13Le traían niños para que los tocara, y los discípulos los reprendían.
14Jesús, al verlo, se enojó y dijo:
—Dejen que los niños se acerquen a mí; no se lo impidan, porque el reino de Dios pertenece a los que son como ellos. 15Les aseguro, el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16Y los acariciaba y bendecía imponiendo las manos sobre ellos.
El joven rico (Mt 19,16-30; Lc 18,18-30)
17Cuando se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar vida eterna?
18Jesús le respondió:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. 19Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no jurarás en falso, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.
20Él le contestó:
—Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud.
21Jesús lo miró con cariño y le dijo:
—Una cosa te falta: ve, vende cuanto tienes y dáselo a [los] pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.
22Ante estas palabras, se llenó de pena y se marchó triste; porque era muy rico.
23Jesús mirando alrededor dijo a sus discípulos:
—Difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas.
24Los discípulos se asombraron de lo que decía.
Pero Jesús insistió:
—¡Qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
26Ellos llenos de asombro y temor se decían:
—Entonces, ¿quién puede salvarse?
27Jesús se los quedó mirando y les dijo:
—Para los hombres es imposible, pero no para Dios; porque para Dios todo es posible.
28Pedro entonces le dijo:
—Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
29Jesús le contestó:
—Les aseguro que todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o campos por mí y por la Buena Noticia 30ha de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y campos, en medio de las persecuciones, y en el mundo futuro la vida eterna.
31Porque muchos primeros serán los últimos y muchos últimos serán los primeros.
Tercer anuncio de la pasión y resurrección (Mt 20,17-19; Lc 18,31-34)
32Iban de camino, subiendo hacia Jerusalén. Jesús iba adelante, los que le seguían estaban sorprendidos y con miedo. Él reunió otra vez a los Doce y se puso a anunciarles lo que le iba a suceder:
33—Miren, estamos subiendo a Jerusalén: el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos, 34que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, y luego de tres días resucitará.
Contra la ambición (Mt 20,20-24)
35Se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
—Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
36Les preguntó:
—¿Qué quieren [de mí]?
37Le respondieron:
—Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
38Jesús replicó:
—No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo he de beber o recibir el bautismo que yo voy a recibir?
39Ellos respondieron:
—Podemos.
Jesús les dijo:
—La copa que yo voy a beber también la beberán ustedes, el bautismo que yo voy a recibir también lo recibirán ustedes; 40pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
41Cuando los otros lo oyeron, se enojaron con Santiago y Juan. (Mt 20,25-28; Lc 22,25-27)
42Pero Jesús los llamó y les dijo:
—Saben que entre los paganos los que son tenidos por gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad. 43No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás; 44y quien quiera ser el primero que se haga sirviente de todos. 45Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
Sana a un ciego (Mt 20,29-34; Lc 18,35-43)
46Llegaron a Jericó. Y cuando salía de allí con sus discípulos y un gentío considerable, Bartimeo, hijo de Timeo, un mendigo ciego, estaba sentado al costado del camino. 47Al oír que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar:
—¡Jesús, Hijo de David, compadécete de mí!
48Muchos lo reprendían para que se callase. Pero él gritaba más fuerte:
—¡Hijo de David, compadécete de mí!
49Jesús se detuvo y dijo:
—Llámenlo.
Llamaron al ciego diciéndole:
—¡Ánimo, levántate, que te llama!
50Él dejó el manto, se puso en pie y se acercó a Jesús. 51Jesús le preguntó:
—¿Qué quieres de mí?
Contestó el ciego:
—Maestro, que recobre la vista.
52Jesús le dijo:
—Vete, tu fe te ha salvado.
Al instante recobró la vista y lo seguía por el camino.
Notas:
10,1-12 Sobre el divorcio. Jesús abandona definitivamente Galilea para iniciar el camino hacia Jerusalén. Como de costumbre, siempre que puede enseña. Y de eso se aprovechan los fariseos para ponerlo a prueba.
A ellos no les interesa su postura ante el matrimonio, sino su interpretación de Dt 24,1 en torno al divorcio. Según la legislación judía sólo el varón tenía derecho a pedirlo; para la escuela de rabí Shamai sólo en caso de infidelidad; pero para la escuela de rabí Hillel por cualquier cosa que pudiera desagradar al marido, como quemar la comida, por ejemplo.
Jesús responde primero con una pregunta: «¿Qué les mandó Moisés?», para luego remitirse al momento de la creación, en la que Dios crea al hombre y a la mujer en igualdad de condiciones. Con esto, distingue las limitaciones de las leyes humanas, de la eterna validez de las leyes divinas.
Y va más allá de la perspectiva de los fariseos, pues aboga por la validez permanente del matrimonio al insistir en la fidelidad al pacto de amor: «Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre».
El matrimonio es un proyecto de amor que implica igualdad en derechos, dignidad y obligaciones, y excluye, por tanto, toda relación de dominación. Mientras haya amor, hay matrimonio y habrá corazón para soñar y para perdonar.
10,13-16 Bendice a unos niños. Los discípulos siguen creyendo que tienen la exclusividad del reino. No han entendido que la tarea del misionero es acercar la gente a Jesús antes que impedírselo. El reino de Dios debe ser acogido como la actitud de aquellos niños, que al contrario de la actitud dañina de los fariseos, buscan con alegría y sencillez estar cerca de Jesús.
10,17-31 El joven rico. Al joven rico lo distingue el verbo «acumular»: riquezas, prestigio, méritos, etc. Jesús le propone un cambio, optar por el verbo «compartir»: su vida con Él (discipulado) y su riqueza con los pobres. Jesús, en la línea de los profetas (Is 3,14s; 5,8; Am 2,6-7; 4,1; Miq 3,1-4) denuncia a la riqueza: obstáculo para el reino.
Al joven rico, aunque se esfuerza como persona en ser bueno, su riqueza lo convierte en constructor de una sociedad injusta y no del reino de Dios; el reino implica hacer de esta tierra un espejo del cielo donde la justicia, el amor y la paz estén al alcance de todos.
Pedro, reconociendo la tendencia natural del ser humano a acumular, pregunta con preocupación, ¿quién puede salvarse? Jesús responde con dos claves: la salvación es un don de Dios y compartir la vida con Jesús y con los pobres (Buena Noticia) tiene su recompensa en este mundo y luego en la vida eterna. La opción por los pobres no excluye a los ricos; son los ricos los que se autoexcluyen por no optar por los pobres.
10,32-34 Tercer anuncio de la pasión y resurrección. Jesús acepta conscientemente su destino, no porque sea un adivino, sino porque conoce su realidad y sabe que las autoridades religiosas y políticas eliminan a todos los que se oponen a sus intereses. Notemos el contraste entre Jesús, que va adelante, decidido y convencido de «subir» a Jerusalén, y los discípulos que le siguen con miedo. No terminan de entender que el seguimiento de Jesús implica avanzar por caminos, unas veces de fiesta y otras de pasión, pero que conducen siempre a experiencias de resurrección. Tres días es el plazo máximo para la intervención divina a favor del justo sufriente (Os 6,2).
10,35-45 Contra la ambición. No sabemos si Santiago y Juan, con su petición, están pensando piadosamente en la gloria de los cielos o, codiciosamente en la gloria y el poder de la tierra. Cualquiera de las dos interpretaciones no coincide con los planes de Dios, porque buscan intereses personales por encima de los demás, porque tergiversan el seguimiento de Jesús, que es ante todo una opción de vida y no un trampolín para obtener privilegios, y porque el camino de la gloria es el camino de la cruz. La copa es símbolo de sufrimiento (14,36) y el bautismo, símbolo de inmersión («sumergir») en la pasión y muerte de Jesús (Rom 6,3). Jesús aprovecha la ocasión para instruir a los discípulos sobre el tema del poder y del servicio. Los gobernantes y los poderosos utilizan el poder para abusar y oprimir al pueblo. Por el contrario, Jesús instituye el servicio como requisito fundamental para los animadores y dirigentes cristianos, sea en el campo religioso, político o económico.
10,46-52 Sana a un ciego. La sanación de Bartimeo es el último milagro de Jesús en el evangelio de Marcos. El pueblo que estaba a oscuras está próximo a ver la luz de la resurrección. Ante el grito de alguien que es ciego, mendigo, ubicado al borde del camino, que pide misericordia, y que grita a pesar de que todos quieren silenciarlo, Jesús se detiene y lo manda llamar.
La fe está a punto de hacer otro milagro. El ciego, al dejar su manto, deja tras de sí una «vieja» vida para asumir una nueva detrás de Jesús. Quien estaba al margen del camino, ahora sigue a Jesús, que es el «camino».