Mateo, 14

Muerte de Juan el Bautista (Mc 6,14-16; Lc 9,7-9)

14 1Por aquel tiempo oyó el tetrarca Herodes la fama de Jesús 2y dijo a sus servidores:

—Ése es Juan el Bautista que ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos.

(Mc 6,17-20; Lc 3,19s)

3Herodes había hecho arrestar a Juan, encadenarlo y meterlo en prisión por instigación de Herodías, esposa de su hermano Felipe. 4Juan le decía que no le era lícito tenerla. 5Herodes quería darle muerte, pero le asustaba la gente, que consideraba a Juan como profeta.

(Mc 6,21-29)

6Llegó el cumpleaños de Herodes y la hija de Herodías bailó en medio de todos. A Herodes le gustó tanto 7que juró darle lo que pidiera. 8Ella, inducida por su madre, pidió:

—Dame aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.

9El rey se sintió muy mal; pero, por el juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran; 10y así mandó decapitar a Juan en la prisión.

11La cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la joven; ella se la entregó a su madre. 12Vinieron sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; después fueron a contárselo a Jesús.

Da de comer a cinco mil (Mc 6,30-44; Lc 9,10-17; cfr. Jn 6,1-15)

13Al enterarse, Jesús se fue de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado. Pero lo supo la multitud y lo siguió a pie desde los poblados. 14Jesús desembarcó y, al ver la gran multitud, se compadeció y sanó a los enfermos. 15Al atardecer los discípulos fueron a decirle:

—El lugar es despoblado y ya es tarde; despide a la multitud para que vayan a los pueblos a comprar algo de comer.

16[Jesús] les respondió:

—No hace falta que vayan; denle ustedes de comer.

17Respondieron:

—Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados.

18Él les dijo:

—Tráiganlos.

19Después mandó a la multitud sentarse en la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la multitud. 20Comieron todos, quedaron satisfechos, recogieron las sobras y llenaron doce canastos. 21Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Camina sobre el agua (Mc 6,45-52; cfr. Jn 6,16-21)

22Enseguida mandó a los discípulos embarcarse y pasar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. 23Después de despedirla, subió él solo a la montaña a orar. Al anochecer, todavía estaba allí, solo. 24La barca se encontraba a buena distancia de la costa, sacudida por las olas, porque tenía viento contrario. 25Ya muy entrada la noche Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. 26Al verlo caminar sobre el lago, los discípulos comenzaron a temblar y dijeron:

—¡Es un fantasma!

Y gritaban de miedo.

27Pero [Jesús] les dijo:

—¡Anímense! Soy yo, no teman.

28Pedro le contestó:

—Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti.

29—Ven, le dijo.

Pedro saltó de la barca y comenzó a caminar por el agua acercándose a Jesús; 30pero, al sentir el [fuerte] viento, tuvo miedo, entonces empezó a hundirse y gritó:

—¡Señor, sálvame!

31Al momento Jesús extendió la mano, lo sostuvo y le dijo:

—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32Cuando subieron a la barca, el viento amainó. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo:

—Ciertamente eres Hijo de Dios.

Sanaciones en Genesaret (Mc 6,53-56)

34Terminaron la travesía y atracaron en Genesaret.

35Los hombres del lugar lo supieron y difundieron la noticia por toda la región. Le llevaron todos los enfermos 36y le rogaban que les permitiese nada más rozar el borde de su manto, y los que lo tocaban quedaban sanos.

Notas:

14,1-12 Muerte de Juan el Bautista. Lo mismo que en Marcos 6,14-29, el relato de la decapitación del Bautista entra retrospectivamente, como recuerdo inquietante suscitado por hechos recientes. Un Juan vuelto a la vida cabe en la fantasía popular y en la mala conciencia de Herodes.

Mateo abrevia el relato de Marcos conservando lo esencial, los elementos suficientes para construir un drama: pasión y venganza, miedo y complacencia, danza fatal y una vida humana servida en bandeja en un banquete. La muerte del Bautista es historia con aura de leyenda. Si la misión de Juan está vinculada a la de Jesús (3,2; 11,18s), su muerte violenta y su sepultura pueden prefigurar la de Jesús (17,11-13).

14,13-21 Da de comer a cinco mil. Cinco mil hombres sin contar mujeres y niños, dice Mateo. El reparto del alimento maravilloso, comúnmente llamado multiplicación de los panes, lo encontramos en los cuatro evangelios y en Mateo y Marcos, por duplicado.

Dios es el dador por antonomasia (cfr. Sal 104,27s; 136,25; 145,15s), que ahora despliega todo el tesoro de su abundancia por medio de su enviado. La generosidad es parte de su reinado. Jesús, que se ha negado a un milagro fácil y cómodo para satisfacer su hambre en el desierto porque vive de la Palabra de Dios (4,4), ha repartido a la gente esa palabra y recurre al milagro para darles también el pan. El simbolismo se sustenta en el realismo. Una palabra que no lleve a dar también pan al hambriento y vestido al desnudo no es Palabra de Dios.

En este sentido total, el milagro de la multiplicación es anticipación de la Eucaristía, como lo ha interpretado la tradición apoyada en la fórmula litúrgica del versículo 19: «tomó los cinco panes…, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos». El pan de la Eucaristía que congrega en una misma mesa a los hermanos y hermanas no puede separarse del pan debido en justicia al pobre y al necesitado. Un pan lleva al otro, y ambos hacen de la Eucaristía el alimento de vida eterna que se está haciendo ya, aquí y ahora, presente entre nosotros con la venida del reinado de Dios.

14,22-33 Camina sobre el agua. En la oscuridad de la noche, en la agitación de un mar levantisco, Jesús se aparece a sus discípulos. Podemos relacionar este episodio con los relatos de la transfiguración y la Pascua: son manifestaciones de la identidad profunda de Jesús como el Señor: domina los elementos (cfr. Sal 77,20), infunde paz y confianza con su presencia (fórmula clásica, por ejemplo, en Is 41,10; 43,5), con su palabra, con el contacto de su mano (cfr. Sal 73,23; 80,18).

Pedro no teme porque se hunde, sino que se hunde porque teme (cfr. Sal 69,2s). Mateo quiere mostrar el itinerario espiritual del primer apóstol: cuando Jesús se identifica, lo reconoce; solicita su llamada y la sigue con audacia confiada; titubea, falla en el peligro y es salvado por Jesús. Figura ejemplar para la Iglesia.

La comunidad en medio de la tormenta se olvida del Jesús de la solidaridad y lo ven únicamente como un fantasma que se aproxima en la oscuridad. Quieren ir hacia Él, pero se dejan amedrentar por las fuerzas adversas. El evangelio nos invita a hacer una experiencia total de Jesús, rompiendo viejos prejuicios y nuestras seguridades. Debemos dejar que sea Él quien nos hable a través del libro de la Biblia y del libro de la vida.

Éste es uno de los episodios evangélicos que mejor ilustra, por una parte, la situación de la comunidad cristiana (la de Mateo y la de todos los tiempos) en su histórico caminar en medio de la dificultad y de la tribulación; y por otra, la presencia permanente del Señor resucitado en la barca de Pedro. Con la promesa de su presencia termina Mateo su evangelio: «Yo estaré con ustedes siempre, hasta el final del mundo» (28,20). Dentro de este contexto hay que situar la mención de la oración de Jesús a solas en la montaña (23), justo antes de la tempestad y del miedo de los navegantes.

La otra vez que nos dirá explícitamente el evangelista que Jesús reza será en el huerto de Getsemaní (26,36s), antes de la gran prueba por la que atravesarán sus discípulos: el escándalo de la cruz.

14,34-36 Sanaciones en Genesaret. El evangelista contrapone intencionadamente la acogida de los habitantes de Genesaret a la actitud de hostilidad y desconfianza de sus paisanos de Nazaret (13,53-58). Jesús sana a mucha gente porque se acercan con fe y es la fe la que hace posible el milagro.