Mateo, 2
Homenaje de los magos (cfr. Lc 2,8-20)
2 1Jesús nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. Por entonces sucedió que unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén 2preguntando:
—¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella en el oriente y venimos a adorarlo.
3Al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar, y lo mismo que él toda Jerusalén. 4Entonces, reuniendo a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, les preguntó en qué lugar debía nacer el Mesías.
5Le contestaron:
—En Belén de Judea, como está escrito por el profeta:
6Tú, Belén, en territorio de Judá,
no eres ni mucho menos la última
de las poblaciones de Judá,
pues de ti saldrá un líder,
el pastor de mi pueblo Israel.
7Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les preguntó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella; 8después los envió a Belén con este encargo:
—Averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle.
9Y habiendo escuchado el encargo del rey, se fueron. De pronto, la estrella que habían visto en oriente avanzó delante de ellos hasta detenerse sobre el lugar donde estaba el niño. 10Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. 11Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose lo adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y mirra.
12Después, advertidos por un sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Huida a Egipto y matanza de inocentes
13Cuando se fueron, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
14Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, 15donde residió hasta la muerte de Herodes.
Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta:
De Egipto llamé a mi hijo.
16Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores; según el tiempo que había averiguado por los magos.
17Así se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías:
18Una voz se escucha en Ramá:
muchos llantos y sollozos;
es Raquel que llora a sus hijos
y no quiere que la consuelen
porque ya no viven.
Regreso de Egipto
19A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto 20y le dijo:
—Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
21Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel. 22Pero, al enterarse de que Arquelao había sucedido a su padre Herodes como rey de Judea, tuvo miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea 23y se estableció en una población llamada Nazaret, para que se cumpliera lo anunciado por los profetas:
—Será llamado Nazareno.
Notas:
2,1-12 Homenaje de los magos. He aquí uno de los episodios más bellos de la infancia de Jesús, que ha cautivado y sigue cautivando la imaginación de creyentes y no creyentes, de teólogos, pintores y poetas: el homenaje de los magos. ¿Qué quiere contarnos el evangelista? ¿Un acontecimiento histórico, una leyenda, una reflexión teológica dramatizada sobre el alcance universal del nacimiento del Salvador? Quizás un poco de todo eso. Y con mente abierta debemos adentrarnos en los relatos de todo el capítulo segundo, en donde Mateo va tejiendo, a modo de presentación, el perfil de su personaje.
Desde la noche de los tiempos, la contemplación de las estrellas ha fascinado a hombres y mujeres de todas las religiones y culturas. Las estrellas les han hablado de Dios y del destino del ser humano y han leído en el cambiante mapa astral acontecimientos decisivos de la historia; han visto en la aparición de una nueva estrella el nacimiento de personajes importantes; han asignado a cada pueblo su estrella o constelación. Han soñado, esperado y rezado mirando a las estrellas.
También la cultura bíblica escudriñó en las estrellas el acontecimiento más importante hacia el que tendía toda la historia de Israel: el nacimiento del Mesías-Rey. La secta judía de Qumrán había llegado incluso a confeccionar su horóscopo. En el libro de los Números (24,17), el profeta astrólogo Balaán contempla en el firmamento cómo «avanza la constelación de Jacob y sube el cetro de Israel».
Sobre este horizonte de historia y de leyenda proyecta el evangelista esta meditación en forma de relato escenificado que contiene ya, en germen, todo lo que nos va a decir a lo largo de su evangelio: Jesús es el heredero de las promesas de Israel, pero también de la esperanza de todos los pueblos de la tierra; es el Mesías-Rey e Hijo de Dios, pero se revela en la humilde fragilidad del niño, hijo de María; su presencia provoca el rechazo de los suyos y la aceptación de los alejados y extranjeros.
Los que, dejándolo todo, se lanzan decididamente en su búsqueda, lo encontrarán y se llenarán de la «inmensa alegría» (10) de quienes han entrado, como los magos, en el misterio de la presencia amorosa de Dios (cfr. Mt 5,12; 13,20; 13,44; Lc 1,28; 2,10; 10,20).
La liturgia de la Iglesia ha captado y expresado todo el alcance de la narración de Mateo en el nombre de la fiesta con que celebra la visita de los magos: La Epifanía –manifestación– de Jesús.
2,13-23 Huida a Egipto y matanza de inocentes – Regreso de Egipto. Historia, leyenda y teología se dan de nuevo la mano en el presente episodio con el que Mateo va a concluir su presentación de Jesús.
La crueldad sanguinaria de Herodes, que afectó al recién nacido y a su familia, es un dato histórico de aquellos tiempos turbulentos por los que atravesaba Palestina bajo la opresión del tirano. Así lo recoge el evangelista, mas no como historiador, sino como teólogo que lee la historia, la interpreta a la luz de la Palabra de Dios y después la vierte en un relato dramático de tono legendario, el instrumento literario que más se presta a la evocación simbólica y a la reflexión.
Al igual que Moisés (cfr. Éx 2,1-9), Jesús es salvado de una muerte segura a manos del tirano; como el fundador del pueblo de Israel (cfr. Éx 4,19-23), tiene que huir con su familia. La matanza de los inocentes evoca el exterminio de los niños israelitas (cfr. Éx 1,15s) y el llanto de Raquel (cfr. Jr 31,15). Su regreso de Egipto parece obedecer al mandato de Dios que ya anunció el profeta: «Desde Egipto llamé a mi hijo» (Os 11,1).
De esta forma, el evangelista nos dice que Jesús es el nuevo Moisés quien, a través de un nuevo Éxodo, llevará a su pueblo, asumiendo el exilio y la persecución, hacia una nueva y definitiva liberación. Pero no sólo a su pueblo, Israel, sino a todos los pueblos de la tierra.
Mateo insinúa esta dimensión con el nombre del lugar donde se establece y donde comenzará su vida pública: «Galilea», «el distrito de los paganos», la provincia más extranjera y más paganizada del pueblo de Dios.
La pincelada final del retrato de Jesús tiene también su intención: «será llamado Nazareno» (23), en alusión a la aldea perdida donde vivió como artesano carpintero durante años. Aunque todavía no se ha logrado identificar el texto del profeta aludido en el versículo 23, el nombre de «nazareno» era polémico y despectivo; ser de Nazaret era algo así como ser un «don nadie». El evangelista Juan lo dirá más explícitamente por boca de Natanael: «¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret?» (Jn 1,46).