Mateo, 26
Complot para matar a Jesús (Mc 14,1s; Lc 22,1s; cfr. Jn 11,47-57)
26 1Cuando terminó este discurso, Jesús dijo a sus discípulos:
2—Ya saben que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
3Entonces se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en casa del sumo sacerdote Caifás, 4y se pusieron de acuerdo para apoderarse de Jesús mediante un engaño y darle muerte. 5Pero añadieron que no debía ser durante las fiestas, para que no se amotinara el pueblo.
Unción en Betania (Mc 14,3-9; cfr. Lc 7,36-50; Jn 12,1-8)
6Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el Leproso, 7se le acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume de mirra carísimo y se lo derramó en la cabeza mientras estaba a la mesa. 8Al verlo, los discípulos dijeron indignados:
—¿Por qué este derroche? 9Se podía haber vendido bien caro para dar el producto a los pobres.
10Jesús se dio cuenta y les dijo:
—¿Por qué molestan a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo. 11A los pobres los tendrán siempre cerca, a mí no siempre me tendrán. 12Al derramar el perfume sobre mi cuerpo, estaba preparando mi sepultura. 13Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará lo que ha hecho ella.
Traición de Judas (Mc 14,10s; Lc 22,3-6)
14Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, se dirigió a los sumos sacerdotes 15y les propuso:
—¿Qué me dan si lo entrego a ustedes?
Ellos se pusieron de acuerdo en treinta monedas de plata. 16Desde aquel momento buscaba una ocasión para entregarlo.
Preparación de la cena pascual (Mc 14,12-16; Lc 22,7-13)
17El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
—¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
18Él les contestó:
—Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: El maestro dice: mi hora está próxima; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.
19Los discípulos prepararon la cena de Pascua siguiendo las instrucciones de Jesús.
Anuncio de la traición (Mc 14,17-21; cfr. Lc 22,21-23; Jn 13,21-30)
20Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 21Mientras comían, les dijo:
—Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar.
22Muy tristes, empezaron a preguntarle uno por uno:
—¿Soy yo, Señor?
23Él contestó:
—El que se ha servido de la misma fuente que yo, ése me entregará. 24El Hijo del Hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquél por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
25Le dijo Judas, el traidor:
—¿Soy yo, maestro?
Le respondió Jesús:
—Tú lo has dicho.
Institución de la Eucaristía (Mc 14,22-26; Lc 22,14-20; cfr. Jn 6,51-59; 1Cor 11,23-25)
26Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo:
—Tomen y coman, esto es mi cuerpo.
27Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:
—Beban todos de ella, 28porque ésta es mi sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados. 29Les digo que en adelante no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.
30Cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos.
Anuncia el abandono de sus discípulos (Mc 14,27-31; Lc 22,31-34; cfr. Jn 13,36-38)
31Entonces Jesús les dijo:
—Esta noche todos van a fallar por mi causa, como está escrito:
Heriré al pastor
y se dispersarán
las ovejas del rebaño.
32Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.
33Pedro le contestó:
—Aunque todos fallen esta noche, yo no fallaré.
34Jesús le respondió:
—Te aseguro que esta noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.
35Pedro le replicó:
—Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
Lo mismo dijeron los demás discípulos.
Oración en el huerto (Mc 14,32-42; cfr. Lc 22,39-46)
36Entonces Jesús fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
—Siéntense aquí mientras yo voy allá a orar.
37Tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y empezó a sentir tristeza y angustia.
38Les dijo:
—Siento una tristeza de muerte; quédense aquí, y permanezcan despiertos conmigo.
39Se adelantó un poco y, postrado su rostro en tierra, oró así:
—Padre, si es posible, que se aparte de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
40Volvió a donde estaban los discípulos. Los encontró dormidos y dijo a Pedro:
—¿Será posible que no han sido capaces de estar despiertos una hora conmigo? 41Estén atentos y oren para no caer en la tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
42Por segunda vez se alejó a orar:
—Padre, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.
43Volvió de nuevo y los encontró dormidos, porque tenían mucho sueño. 44Los dejó y se apartó por tercera vez repitiendo la misma oración. 45Después se acercó a los discípulos y les dijo:
—¡Todavía dormidos y descansando! Está próxima la hora en que el Hijo del Hombre será entregado en poder de los pecadores. 46Levántense, vamos; ¡miren! se acerca el que me entrega.
Arresto de Jesús (Mc 14,43-50; Lc 22,47-53; cfr. Jn 18,1-11)
47Todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de gente armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arréstenlo. 49Enseguida, acercándose a Jesús le dijo:
—¡Buenas noches, maestro!
Y le dio un beso. 50Jesús le dijo:
—Amigo, ¿a qué has venido?
Entonces se acercaron, le echaron mano y arrestaron a Jesús. 51Uno de los que estaban con Jesús desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al sirviente del sumo sacerdote.
52Jesús le dijo:
—Envaina la espada: Quien a espada mata, a espada muere. 53¿Crees que no puedo pedirle al Padre que me envíe enseguida más de doce legiones de ángeles? 54Pero entonces, ¿cómo se cumplirá lo que está escrito, que esto tiene que suceder?
55Entonces Jesús dijo a la multitud:
—Como si se tratara de un asaltante han salido armados de espadas y palos para capturarme. Diariamente me sentaba en el templo a enseñar y no me arrestaron. 56Pero todo eso sucede para que se cumplan las profecías.
Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Jesús ante el Consejo (Mc 14,53s; Lc 22,54s; cfr. Jn 18,12-16)
57Los que lo habían arrestado lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los letrados y los ancianos. 58Pedro le fue siguiendo a distancia hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los empleados para ver en qué acababa aquello.
(Mc 14,55-61a)
59Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un testimonio falso contra Jesús que permitiera condenarlo a muerte. 60Y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron. Finalmente se presentaron dos 61que declararon:
—Éste ha dicho: Puedo derribar el santuario de Dios y reconstruirlo en tres días.
62El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
—¿No respondes a lo que éstos declaran contra ti?
63aPero Jesús seguía callado.
(Mc 14,61b-64; Lc 22,66-71; cfr. Jn 18,19-21)
63bEl sumo sacerdote le dijo:
—Por el Dios vivo te conjuro para que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.
64Jesús le respondió:
—Tú lo has dicho. Y añado que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando en las nubes del cielo.
65Entonces el sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo:
—¡Ha blasfemado! ¿Qué falta nos hacen los testigos? Acaban de oír la blasfemia. 66¿Cuál es el veredicto de ustedes?
Respondieron:
—Reo de muerte.
(Mc 14,65; Lc 22,63-65; cfr. Jn 18,22s)
67Entonces le escupieron al rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban 68diciendo:
—Mesías, adivina quién te ha pegado.
Negaciones de Pedro
(Mc 14,66-68; Lc 22,56s; cfr. Jn 18,17s)
69Pedro estaba sentado fuera, en el patio. Se le acercó una sirvienta y le dijo:
—Tú también estabas con Jesús el Galileo.
70Él lo negó delante de todos:
—No sé lo que dices.
(Mc 14,69-72; Lc 22,58-62; cfr. Jn 18,25-27)
71Salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:
—Éste estaba con Jesús el Nazareno.
72De nuevo lo negó jurando que no conocía a aquel hombre. 73Al poco tiempo se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
—Realmente tú eres uno de ellos, el acento te delata.
74Entonces empezó a echar maldiciones y a jurar que no lo conocía. En ese momento cantó un gallo 75y Pedro recordó lo que había dicho Jesús: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente.
Notas:
26,6-13 Unción en Betania. Mateo no da el nombre de la mujer; Juan, en el capítulo 12, la identifica con María, la hermana de Lázaro.
El perfume en la cabeza de Jesús no es unción (cfr. 1 Sm 10,1; 2 Re 9,6), sino un gesto espléndido y público de estima. Los discípulos lo califican de derroche, se podía emplear mejor en beneficio de los pobres (19,21). Jesús los corrige públicamente interpretando el significado profundo del gesto:
- En primer lugar, expresa el afecto a su persona, «conmigo» (10). En el texto aludido (Dt 15,1-11) se dice que, por el egoísmo de unos, habrá pobreza en Israel; mientras que la mujer muestra la generosidad del amor (6,22s).
- El gesto anticipa la unción sepulcral y como tal la recibe Jesús en vida, consciente de su muerte próxima.
- El gesto conservará para siempre un valor eclesial: su recuerdo será ejemplar (Prov 22,9).
El pasaje «a los pobres los tendrán siempre cerca, a mí no siempre me tendrán» (11) ha sido muchas veces mal-interpretado. Jesús no se opone –todo lo contrario– al progreso social y al esfuerzo por mejorar la vida de los pobres. Lo que el texto hace notar es que, mientras Él estaba presente, lo más importante era tomar conciencia de su presencia y actuar de manera consecuente.
Lo que había hecho la mujer no podía hacerse más tarde, cuando Él ya no estuviera en la tierra. Sus discípulos, en cambio, tendrían mucho futuro por delante para ocuparse de los pobres (25,31-46). Por otra parte, Jesús llega a ser el pobre por excelencia: sentenciado a muerte, traicionado por un amigo, incomprendido por sus discípulos y con la mirada fija en el fin ya cercano, era la viva personificación del Siervo sufriente.
Conviene recordar que el mensaje de la Escritura no contiene un programa social concreto para erradicar definitivamente la miseria humana sobre la tierra, pero pone siempre ante nuestros ojos la realidad de la pobreza y las necesidades de los pobres: «lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí» (25,40).
26,14-16 Traición de Judas. Éste es quizás el hecho más desconcertante que narran los evangelios. Cuesta mucho pensar, en efecto, que Jesús haya sido traicionado por uno de sus seguidores más íntimos.
Los primeros cristianos percibieron la dificultad y recurrieron a las Escrituras para demostrar que incluso en un acto tan vil se cumplía el designio de Dios.
Las razones de Judas Iscariote para cometer esta traición pudieron ser su amor al dinero, la ambición, la envidia o la desilusión.
La fidelidad de la mujer en casa de Simón contrasta fuertemente con la infidelidad de uno de los Doce.
26,17-30 Preparación de la cena pascual – Anuncio de la traición – Institución de la Eucaristía. En el relato de la pasión de Mateo, Jesús domina en todo momento la situación y va marcando sus tiempos. No conoce todos los detalles del complot que sus adversarios han tramado contra Él, pero va descubriendo que su entrega responde al plan de Dios, manifestado en las Escrituras.
Hay una diferencia sutil en el modo en que los discípulos se dirigen a Jesús. Todos, menos Judas, le llaman «Señor» y reconocen así su autoridad y su poder. Judas, sin embargo, le llama «rabbí» (maestro), un apelativo que utilizan los adversarios de Jesús y que tiene para Mateo un significado negativo (23,7; 26,49). Judas habla como los enemigos de Jesús, porque no ha comprendido que Él es el Señor.
Jesús repite gestos de la celebración de la Pascua judía, como repartir el pan y pasar la copa, pero le da a estos gestos un significado nuevo a través de las palabras que pronuncia sobre ellos que hacen referencia, no al acontecimiento del Éxodo, sino a su propia muerte: el pan partido y entregado es su propio cuerpo y el vino es su sangre derramada por todos. Jesús se presenta como el nuevo cordero pascual a través del cual se va a establecer una nueva alianza.
La palabra «cuerpo» no es solamente la parte material del ser humano, sino toda la persona en cuanto que es capaz de expresarse y de relacionarse con los demás. Al decir «mi cuerpo», Jesús evoca toda su persona y toda su vida, entregada hasta la muerte. El pan, que es uno en las manos de Jesús, al ser compartido, une a todos los que participan en la comida comunitaria, ya que todos participan de la misma fuente de vida.
Las palabras de Jesús son un compendio de lo que había sido su vida y misión: una vida entregada y destrozada por todos. Pero, al mismo tiempo, son una explicación del sentido de su sufrimiento y muerte expiatorios y redentores en la cruz.
Ante la inminencia de su muerte, Jesús manifiesta una inquebrantable confianza en el triunfo de Dios, y expresa su confianza con la imagen del banquete que en la Biblia simboliza con frecuencia el gozo final de los elegidos; y en este contexto indica la comunión perfecta de los discípulos con su Señor y con el mismo Dios: «no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre» (29).
26,31-35 Anuncia el abandono de sus discípulos. Segundo anuncio trágico donde los discípulos fallan en la gran prueba (cfr. 6,13) y se dispersan como ovejas; pero su caída no será definitiva, porque el pastor los volverá a reunir, ya resucitado, en Galilea.
Mateo indica repetidamente que Jesús está «con sus discípulos» (26,18.20.23.29.38.40.51). Sin embargo, los discípulos no están realmente con Jesús. Judas lo entregará en manos de sus adversarios; Pedro, Santiago y Juan no serán capaces de velar ni siquiera una hora con Él; los que antes habían profesado su fe en Él, lo abandonarán y huirán; el mismo Pedro, que había hecho una firme confesión de fidelidad (33-35), lo negará tres veces.
26,36-46 Oración en el huerto. En esta escena quiere el narrador revelarnos algo de la espiritualidad íntima de Jesús, su angustia humana mortal: su tristeza, la angustia que siente ante la muerte cercana, su obediencia filial a la voluntad del Padre; en una palabra, la verdadera humanidad del Hijo de Dios. Sólo el grito de abandono en la cruz tendrá un dramatismo semejante (27,46). También se puede comparar este pasaje, con «La prueba en el desierto» (4,1-11).
En la lucha, triunfa la entrega plena y confiada a la voluntad del Padre. Dos peticiones del Padrenuestro resuenan en la escena: «hágase tu voluntad», «no nos dejes caer en la tentación». Esta oración de Jesús es el modelo de oración de todo creyente ante situaciones límites donde se pierde el sentido de la vida y se pone a prueba la fe ante el silencio de Dios.
Mateo nos muestra además al hombre angustiado que busca compañía: «con ellos» (36), «conmigo» (38.40), y no la encuentra. El sueño inconsciente de los tres íntimos le hace sentir más la soledad.
26,47-56 Arresto de Jesús. En toda la escena del arresto, según Mateo, Jesús domina la situación, como el Siervo del Señor (Is 42,3s). Reprime la violencia, aun la defensiva, de uno de los suyos; acepta el beso traidor; denuncia sin oponer resistencia la violencia injustificada de la turba. No es un bandido peligroso, sino un maestro público y pacífico. Podría desplegar fuerzas superiores, pero su fuerza reside en aceptar el designio del Padre: así está anunciado en la Escritura, así tiene que suceder.
Jesús exhorta a sus discípulos a no utilizar la violencia, ni siquiera para defender una causa justa. Él ha elegido el camino del amor y la misericordia, que rompen la interminable espiral que genera la violencia. Esta enseñanza adquiere una fuerza especial al estar colocada justo en el momento en que Jesús está siendo víctima de la violencia.
26,57-68 Jesús ante el Consejo. En el relato de Mateo, el proceso de Jesús ante el Consejo procede con fluidez y coherencia. Pero no pensemos que es una redacción puntual de un taquígrafo. En el fondo, se trata de legalizar la muerte de Jesús previamente decidida. La cuestión se centra en el mesianismo trascendente de Jesús, no en su mesianismo político que esperaba parte del pueblo, ni el mesianismo simple de un rey descendiente de David, sino más bien el de quien tiene un trono a la derecha de Dios (Sal 110,1) y recibe del Altísimo el poder supremo y universal (Dn 7,13). Si Jesús se arroga sin fundamento semejante título, es blasfemo y merece la muerte. Si lo posee realmente, es Él quien, juzgado, juzga. Jesús, conjurado por el sumo sacerdote del momento, pronuncia un testimonio que lo lleva a la muerte: testigo y mártir.
A la condena siguen las burlas (67). Esta escena, lo mismo que la burla de los soldados (27,27-31), está teñida de ironía, pues los jefes de los sacerdotes y los ancianos, queriendo ultrajar a Jesús, están en realidad confesando su verdadera identidad, como bien saben los lectores del evangelio.
26,69-75 Negaciones de Pedro. Los cuatro evangelios, que reconocen la supremacía indiscutida de Pedro, recogen sin disimulo su pecado y arrepentimiento. Sin duda, lo consideran un dolor de Jesús y una enseñanza para la Iglesia. La negación, situada aquí, contrasta fuertemente con el testimonio de Jesús. El apóstol niega por miedo, no por arrogancia, y se arrepiente pronto y hondamente. Pedro, como la Iglesia, es llamado y perdonado.
Lo que define a un cristiano es «estar con Jesús» (69). Esta dignidad se pierde al ignorarlo, confesando que no se le conoce (72) y se recupera al recordar la palabra de Jesús, que es más firme que todo juramento humano.
La tentación, la única gran tentación, consiste en abandonar el camino del seguimiento de Jesús. Pedro llora amargamente, y su llanto recoge las lágrimas de todos los discípulos vacilantes que en los momentos de prueba siguen negando a Jesús.