Nehemías 9

Ceremonia de expiación (Lv 16)
9 1El día veinticuatro de este mismo mes se reunieron los israelitas para ayunar, vestidos de sayales y cubiertos de polvo. 2La estirpe de Israel se separó de todos los extranjeros, y puestos de pie confesaron sus pecados y las culpas de sus padres. 3Permanecieron en sus puestos una cuarta parte del día, mientras se leía el libro de la ley del Señor, su Dios, y otra cuarta parte la pasaron confesando y rindiendo homenaje al Señor, su Dios.
4Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Buní, Serebías, Baní y Quenaní subieron a la tribuna de los levitas e invocaron en alta voz al Señor, su Dios. 5Y los levitas Josué, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodiyas, Sebanías y Petajías dijeron:
–Levántense, bendigan al Señor, su Dios, desde siempre y por siempre; bendigan su Nombre glorioso, que supera toda bendición y alabanza.
6Y Esdras rezó:
Tú, Señor, eres el único Dios.
Tú hiciste los cielos,
lo más alto de los cielos
y todos sus ejércitos;
la tierra y cuantos la habitan,
los mares y cuanto contienen.
A todos les das vida,
y los ejércitos celestes
te rinden homenaje.
7Tú, Señor, eres el Dios
que elegiste a Abrán,
lo sacaste de Ur de los caldeos
y le pusiste por nombre Abrahán.
8Viste que su corazón te era fiel
e hiciste con él un pacto
para darle la tierra de los cananeos,
hititas, amorreos, fereceos,
jebuseos y guirgaseos,
a él y a su descendencia.
Y cumpliste la palabra
porque eres leal.
9Viste luego la aflicción
de nuestros padres en Egipto,
escuchaste sus clamores
junto al Mar Rojo.
10Realizaste signos y prodigios
contra el Faraón,
contra sus ministros
y toda la gente del país
–porque sabías
que eran arrogantes con ellos–
y te creaste una fama
que perdura hasta hoy.
11Abriste ante ellos el mar,
y cruzaron el mar
sin mojarse los pies.
Arrojaste al abismo
a sus perseguidores,
como una piedra
en aguas turbulentas.
12Con columna de nube
los guiaste de día,
con columna de fuego, de noche,
para iluminarles
el camino que debían recorrer.
13Bajaste al monte Sinaí,
hablaste con ellos desde el cielo.
Les diste normas justas, leyes válidas,
mandatos y preceptos excelentes.
14Les diste a conocer tu santo sábado,
les diste preceptos,
mandatos y leyes
por medio de tu siervo Moisés.
15Les enviaste pan desde el cielo
cuando tenían hambre,
hiciste brotar agua de la roca
cuando tenían sed.
Y les ordenaste
tomar posesión de la tierra
que, con la mano en alto,
habías jurado darles.
16Pero ellos, nuestros padres,
se mostraron arrogantes;
poniéndose tercos
desoyeron tus mandatos.
17No quisieron oír
ni recordar los prodigios
que hiciste en su favor.
Tercamente se empeñaron
en volver a la esclavitud de Egipto.
Pero tú, Dios del perdón,
clemente y compasivo,
paciente y misericordioso,
no los abandonaste,
18ni siquiera cuando hicieron
un ternero de metal fundido
y proclamaron: Éste es tu dios,
que te sacó de Egipto,
cometiendo una ofensa terrible.
19Pero tú, por tu gran compasión,
no los abandonaste en el desierto.
No se alejó de ellos
la columna de nube
que los guiaba por el camino de día,
ni la columna de fuego
que de noche les iluminaba
el camino que debían recorrer.
20Les diste tu buen espíritu
para instruirlos,
no les quitaste de la boca tu maná,
les diste agua en los momentos de sed.
21Cuarenta años
los sustentaste en el desierto
y nada les faltó;
ni sus vestidos se gastaron
ni se hincharon sus pies.
22Les entregaste reinos y pueblos,
repartiste a cada uno su región.
Se apoderaron
del país de Sijón, rey de Jesbón,
de la tierra de Og, rey de Basán.
23Multiplicaste sus hijos
como las estrellas del cielo,
los introdujiste en la tierra
que habías prometido a sus padres
en posesión.
24Entraron los hijos para ocuparla
y derrotaste ante ellos
a sus habitantes, los cananeos.
Los pusiste en sus manos,
igual que a los reyes
y a los pueblos del país,
para que dispusieran de ellos
a placer.
25Conquistaron fortalezas
y una tierra fértil;
poseyeron casas rebosantes
de riquezas,
pozos excavados, viñas y olivares,
y abundantes árboles frutales;
comieron hasta hartarse
y engordaron
y disfrutaron de tus dones generosos.
26Pero después fueron indóciles,
se rebelaron contra ti,
se echaron tu ley a las espaldas
y asesinaron a tus profetas,
que los amonestaban a volver a ti,
cometiendo gravísimas ofensas.
27Los entregaste
en manos de sus enemigos,
que los oprimieron.
Pero en su angustia clamaron a ti,
y tú los escuchaste desde el cielo;
y por tu gran compasión
les enviaste salvadores
que los salvaron de sus enemigos.
28Pero al sentirse tranquilos
hacían otra vez lo que repruebas;
los abandonabas
en manos de sus enemigos
que los oprimían;
clamaban de nuevo a ti,
y tú los escuchabas desde el cielo,
librándolos muchas veces
por tu gran compasión.
29Los amonestaste
para reducirlos a tu Ley,
pero ellos, altivos,
no obedecieron tus preceptos
y pecaron contra tus normas,
que dan la vida al hombre
si las cumple.
Volvieron la espalda con rebeldía;
tercamente, no quisieron escuchar.
30Fuiste paciente con ellos
durante muchos años,
tu Espíritu los amonestó
por tus profetas,
pero no prestaron atención
y los entregaste
en manos de pueblos paganos.
31Sin embargo, por tu gran compasión
no los aniquilaste ni abandonaste,
porque eres
un Dios clemente y compasivo.
32Ahora, Dios nuestro,
Dios grande, valiente y terrible,
fiel a la alianza y leal,
no menosprecies las aflicciones
que les han sobrevenido
a nuestros reyes,
a nuestros príncipes, sacerdotes
y profetas,
a nuestros padres y a todo tu pueblo
desde el tiempo de los reyes asirios
hasta hoy.
33Eres inocente
en todo lo que nos ha ocurrido,
porque tú obraste con lealtad,
y nosotros somos culpables.
34Ciertamente, nuestros reyes,
príncipes, sacerdotes y padres
no cumplieron tu ley
ni prestaron atención
a los preceptos y avisos
con que los amonestabas.
35Durante su reinado,
a pesar de los grandes bienes
que les concediste
y de la tierra espaciosa y fértil
que les entregaste,
no te sirvieron ni se convirtieron
de sus malas acciones.
36Por eso estamos ahora
esclavizados,
esclavos en la tierra
que diste a nuestros padres
para que comiesen
sus frutos excelentes.
37Y sus abundantes productos
son para los reyes
a los que nos sometiste
por nuestros pecados,
y que ejercen su dominio
a su arbitrio
sobre nuestras personas y ganados.
Somos unos desgraciados.

Notas:

9,1-37 Ceremonia de Expiación. La oración se inspira en la historia de Israel y concretamente en pasajes de diversas tradiciones, incluso con citas verbales. Es central el tema de la tierra. Después de la creación, al principio de la historia, Dios promete la tierra a Abrahán: así resulta que la promesa es la fuerza inicial que pone el resto en movimiento, es iniciativa y compromiso de Dios. En un segundo momento la tierra ha de ser entregada: hacia tal hecho gravitan la salida de Egipto y el camino por el desierto, en el hecho se cumple la promesa. El tercer momento es el presente: los judíos viven en la tierra prometida ya entregada, pero en calidad de vasallos; si falla la promesa, su valor queda comprometido.