Números, 25
Baal-Fegor (Sal 106,28-31)
25 1Estando Israel en Sittim, el pueblo comenzó a prostituirse con las muchachas de Moab, 2que los invitaban a comer de los sacrificios a sus dioses y a postrarse ante ellos. 3Israel se dejó arrastrar al culto de Baal-Fegor, y la ira del Señor se encendió contra Israel.
4El Señor dijo a Moisés:
–Toma a los responsables del pueblo y cuélgalos delante del Señor, a la luz del sol, y la ira del Señor se apartará de Israel.
5Moisés dijo a los jueces de Israel:
–Que cada cual dé muerte a los suyos que se hayan dejado arrastrar al culto de Baal-Fegor.
6Un israelita fue y trajo a su tienda de campaña a una madianita, a la vista de Moisés y de toda la comunidad israelita, mientras ellos lloraban a la entrada de la tienda del encuentro. 7Al verlo, el sacerdote Fineés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, se levantó en medio de la asamblea, empuñó su lanza, 8y entrando detrás del israelita en la alcoba, atravesó a los dos, al israelita y a la mujer, y cesó la matanza de israelitas. 9Los que murieron en la matanza fueron veinticuatro mil.
10El Señor dijo a Moisés:
11–El sacerdote Fineés, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, celoso de mis derechos ante el pueblo, ha apartado mi cólera de los israelitas y mi celo no los ha consumido; 12por eso prometo: le ofrezco una alianza de paz: 13el sacerdocio será para él y para sus descendientes, en pacto perpetuo, en pago de su celo por Dios y de haber expiado por los israelitas.
14El israelita muerto con la madianita se llamaba Zimrí, hijo de Salu, jefe de familia en la tribu de Simeón. 15La madianita muerta se llamaba Cosbí, hija de Sur, jefe de familia en Madián.
16El Señor dijo a Moisés:
17–Ataca a los madianitas y derrótalos, 18porque ellos te atacaron con sus seducciones, con los ritos de Fegor y con su hermana Cosbí, la hija del príncipe madianita, muerta el día de la matanza, cuando sucedió lo de Fegor.
Notas:
25,1-18 Baal-Fegor. La relectura del pasado de Israel no olvida nada de lo que constituyó la experiencia de sus antepasados en su marcha por el desierto hacia la tierra prometida: rebeliones, protestas, desánimo, tentación de volver a Egipto, codicia y avaricia; situaciones todas que forman parte de la vida humana y que situadas en el desierto adquieren el valor simbólico de la conciencia que se va formando, que avanza pero que también retrocede.
En esta misma línea de relectura de los antepasados, especialmente de los pecados en que cayeron, encontramos este relato de idolatría que resulta ser novedoso en el contexto narrativo de las marchas por el desierto. Acampados en Sittim, el pueblo empezó a corromperse y terminó dando culto a Baal-Fegor, dios de la fertilidad de aquel lugar cuyo culto incluía la prostitución sagrada.
Este nuevo pecado de Israel trae la ira y el castigo de Dios. El relato nos habla de una matanza sumamente exagerada y de una actitud divina que, podríamos decir, promueve la violencia: sólo calma su ira cuando parece que ya hay suficiente sangre derramada. Hemos de tener mucho cuidado con la interpretación de pasajes como éste. No podemos dar valor real a lo que a todas luces posee un valor simbólico. La gran preocupación de los redactores del texto era rescatar la fe del pueblo, su identidad y, sobre todo, inculcar la idea de la absoluta obediencia al Señor y el total rechazo a cualquier otra propuesta religiosa. El mismo pueblo sabe por experiencia que cuando se ha ido detrás de otros dioses, es decir, cuando ha desobedecido y sido infiel al proyecto de la vida y de la justicia propuesto por Dios, lo único que ha conseguido han sido fracasos y caídas que los autores bíblicos asimilan con la muerte. De todos modos, pasajes como éste inducirían al creyente actual a la intransigencia y a la intolerancia religiosa, y hasta podrían alimentar y justificar desde aquí actitudes violentas que con gran facilidad se acuñarían con la autoridad divina.