Números, 31
Destrucción de Madián
Guerra santa (Dt 20)
31 1El Señor dijo a Moisés:
2–Primero vengarás a los israelitas de los madianitas, después te reunirás con los tuyos.
3Moisés dijo al pueblo:
–Elijan entre ustedes algunos hombres y ármenlos para la guerra; atacarán a Madián para ejecutar en ellos la venganza del Señor. 4Armen para la guerra mil hombres de cada tribu de Israel.
5Así, movilizaron para la guerra doce mil hombres, mil por cada tribu de Israel.
6Moisés los envió a la batalla, mil por cada tribu, a las órdenes de Fineés, hijo de Eleazar, con las armas sagradas y las cornetas para el toque de ataque. 7Presentaron batalla a Madián, como el Señor había mandado a Moisés, y mataron a todos los varones. 8Y mataron a los reyes de Madián con los demás caídos: Eví, Requen, Zur, Jur y Reba, los cinco reyes de Madián. Y también pasaron a cuchillo a Balaán, hijo de Beor. 9Hicieron cautivos a las mujeres y niños de Madián y saquearon sus bestias, su ganado y sus riquezas. 10Incendiaron todas las ciudades habitadas y los poblados, 11y se llevaron todos los despojos, hombres y animales. 12Trajeron los prisioneros, el botín y los despojos a Moisés, al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad de Israel, que acampaba en la estepa de Moab, junto al Jordán, frente a Jericó.
13Moisés con el sacerdote Eleazar y los jefes de la comunidad salieron a recibirlos fuera del campamento. 14Moisés se encolerizó con los jefes de la tropa, generales y capitanes que volvían de la batalla, 15y les dijo:
–¿Por qué han dejado con vida a las mujeres? 16Son ellas las que, instigadas por Balaán, hicieron a los israelitas traicionar al Señor por Baal-Fegor, y por ellas hubo una mortandad en la comunidad del Señor. 17Ahora mismo maten a todos los varones, incluidos los niños, y a todas las mujeres que hayan tenido relaciones con hombres. 18Las niñas y las jóvenes que no hayan tenido relaciones con hombres déjenlas vivas. 19Ustedes acampen fuera del campamento siete días. Los que hayan matado a alguno o hayan tocado algún muerto se purificarán con sus cautivos el día tercero y el séptimo. 20Purifiquen también toda la ropa, los objetos de piel o de pelo de cabra y los utensilios de madera.
21El sacerdote Eleazar dijo a los guerreros que habían vuelto de la batalla:
–Éstas son las prescripciones que el Señor ha dado a Moisés: 22Oro, plata, bronce, hierro, estaño y plomo, 23todo lo que resiste el fuego, lo purificarán a fuego y lo lavarán con agua de purificación, y lo que no resiste el fuego lo lavarán con agua. 24El séptimo día laven los vestidos para que queden limpios, y así puedan entrar en el campamento.
Botín (1 Sm 30,21-25)
25El Señor dijo a Moisés:
26–Hagan la cuenta del botín capturado, de hombres y animales, tú con el sacerdote Eleazar y los cabezas de familia. 27Dividirás a medias el botín entre los soldados que fueron a la batalla y el resto de la comunidad. 28Cobra un tributo para el Señor a los soldados que fueron a pelear: el uno por quinientos, de hombres, vacas, asnos y ovejas, 29deducido de la mitad que les toca, y entrégaselo al sacerdote Eleazar como tributo para el Señor. 30De la otra mitad, de la porción de los israelitas, cobrarás el uno por cincuenta, de hombres, vacas, asnos, ovejas y toda clase de animales, y se lo entregarás a los levitas que atienden a las funciones del templo del Señor.
31Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron lo que el Señor mandaba a Moisés.
32Censo del botín que capturaron las tropas: ovejas, seiscientas setenta y cinco mil; 33vacas, setenta y dos mil; 34asnos, sesenta y un mil; 35seres humanos, mujeres que no habían tenido que ver con hombres, treinta y dos mil.
36Porción que tocó a los que habían luchado: ovejas, trescientas treinta y siete mil quinientas; 37tributo de ovejas para el Señor, seiscientas setenta y cinco; 38vacas, treinta y seis mil; de ellas, tributo para el Señor, setenta y dos; 39asnos, treinta mil quinientos, de los cuales, tributo para el Señor, sesenta y uno; 40seres humanos, dieciséis mil; de ellos, tributo para el Señor, treinta y dos.
41Moisés entregó el tributo del Señor al sacerdote Eleazar, como le había mandado el Señor.
42De la otra mitad, que Moisés había requisado a los soldados para los demás israelitas, 43el censo fue el siguiente: ovejas, trescientas treinta y siete mil quinientas; 44vacas, treinta y seis mil; 45asnos, treinta mil quinientos; 46seres humanos, dieciséis mil; 47de ellos, Moisés tomó un tributo del dos por ciento, de hombres y animales, y lo entregó a los levitas que atienden a las funciones del templo del Señor, como lo había mandado el Señor.
48Los mandos de las tropas, generales y capitanes, se acercaron a Moisés 49y le dijeron:
–Tus siervos han hecho el censo de los soldados bajo su mando, y no falta ni uno. 50Por eso cada uno de nosotros en reconocimiento por haber salvado la vida ofrece al Señor, de lo que ha capturado, objetos de oro, pulseras, brazaletes, anillos, pendientes y cuentas.
51Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro que les ofrecían, todo ello en artículos de orfebrería. 52El oro del tributo ofrecido al Señor pesó mil seiscientos setenta y cinco siclos. 53Los soldados lo habían recogido como botín para sí mismos. 54Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de los generales y capitanes el oro y lo llevaron a la tienda del encuentro, como recuerdo de los israelitas ante el Señor.
Notas:
31,1-54 Destrucción de Madián. Este capítulo retoma 25,16-18, donde en efecto se recibe la orden de atacar a los madianitas, un pueblo con el que Moisés tuvo al principio buenas relaciones (cfr. Éx 2,15s). El motivo de la guerra contra este pueblo, según lo explicita el mismo texto, es haber propiciado la idolatría de los israelitas cuando le rindieron culto a Baal-Fegor y muchos se acostaron con las mujeres consagradas a dicha divinidad.
El capítulo 25 nos narraba el castigo divino propinado a Israel; este capítulo, el castigo dirigido contra los madianitas. Hay una mención negativa de Balaán (8.16); el mismo que había bendecido a Israel rehusando enriquecerse con las ofertas de Balac, rey de Moab, está ahora interesado en la maldición de los israelitas. Estamos ante diversas tradiciones del mismo personaje, tal y como sucede con las tensiones entre Israel y los madianitas, que en algún momento de su historia provocaron la ruptura de sus relaciones. La rivalidad con otros pueblos se retroproyecta al momento mismo o al período previo a la entrada en la tierra prometida con una intencionalidad programática: Israel no puede compartir o imitar ninguna práctica religiosa de los pueblos que le rodean bajo pena de muerte; debe declarar la guerra a todo culto idolátrico y no contaminarse.
Esta represalia desmesurada y cruenta contra los madianitas no debe tomarse en sentido literal; tampoco podemos dudar de si la orden de ataque la dio o no el mismo Dios. Jamás debemos llegar a pensar que un acto de violencia y de barbarie como éste o como tantos otros que encontramos en el Antiguo Testamento pueda provenir del mismo «Ser» cuya esencia es sólo amor, misericordia y perdón. Estos relatos deben ser entendidos en su contexto y en el conjunto de preocupaciones e intencionalidades teológicas de sus redactores. Nunca pueden ser un argumento para promover la violencia o la intolerancia religiosa. Ingenuamente se habla a veces de guerra «santa», como si guerra y santidad fueran compatibles. Toda guerra o acto violento es condenable, por más que el nombre de Dios esté de por medio. Es necesario estar muy atentos para no caer en la aceptación de falsas ideologías político-religiosas que comprometen la auténtica imagen del Dios bíblico.