Rut 4

La boda (Dt 25,5-10)

4 1Booz, por su parte, fue a la plaza del pueblo y se sentó allí. En aquel momento pasaba por allí el pariente del que había hablado Booz. Lo llamó:

–Oye, fulano, ven y siéntate aquí.

El otro llegó y se sentó.

2Booz reunió a diez ancianos y les dijo:

–Siéntense aquí.

Y se sentaron.

3Entonces Booz dijo al otro:

–Noemí ha vuelto de los campos de Moab y ha puesto en venta la tierra que era de nuestro pariente Elimélec. 4He querido ponerte al tanto y decirte: Cómprala ante los aquí presentes, los ancianos, si es que quieres rescatarla, y si no, dímelo; porque tú eres el primero con derecho a rescatarla y yo vengo después de ti.

El otro dijo:

–La compro.

5Booz prosiguió:

–Al comprarle esa tierra a Noemí adquieres también a Rut, la moabita, esposa del difunto, con el fin de conservar el apellido del difunto junto con su herencia.

6Entonces el otro dijo:

–No puedo hacerlo, porque perjudicaría a mis herederos. Te cedo mi derecho; a mí no me es posible.

7Antiguamente había esta costumbre en Israel, cuando se trataba de rescate o de una compra-venta: para cerrar el trato se quitaba uno la sandalia y se la daba al otro. Así se hacían los tratos en Israel.

8Así que el otro dijo a Booz:

–Cómpralo tú.

Se quitó la sandalia y se la dio. 9Y entonces Booz dijo a los ancianos y a la gente:

–Hoy los tomo por testigos de que adquiero todas las posesiones de Elimélec, Kilión y Majlón de manos de Noemí, 10y de que adquiero como esposa a Rut, la moabita, mujer de Majlón, con el fin de conservar el apellido del difunto junto con su herencia, para que no desaparezca el apellido del difunto entre sus parientes, ni sea olvidado en este pueblo. ¿Son testigos?

11Todos los allí presentes respondieron:

–Somos testigos.

Y los ancianos añadieron:

–¡Que a la mujer que va a entrar en tu casa la haga el Señor como Raquel y Lía, las dos que construyeron la casa de Israel! ¡Que tengas riqueza en Efrata y renombre en Belén! 12¡Que por los hijos que el Señor te dé de esta joven tu casa sea como la de Fares, el hijo que Tamar dio a Judá!

13Así fue como Booz se casó con Rut. Se unió a ella; el Señor hizo que Rut concibiera y diese a luz un hijo.

14Las mujeres dijeron a Noemí:

–Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti. El nombre del difunto se pronunciará en Israel. 15Y el niño te será un descanso y una ayuda en tu vejez; porque te lo ha dado a luz tu nuera, la que tanto te quiere, que te vale más que siete hijos.

16Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. 17Las vecinas le buscaban un nombre, diciendo:

–¡Noemí ha tenido un niño!

Y le pusieron por nombre Obed. Fue el padre de Jesé, padre de David.

18Lista de los descendientes de Fares: Fares engendró a Jesrón, 19Jesrón engendró a Ram, Ram engendró a Aminadab, 20Aminadab engendró a Najsón, Najsón engendró a Salmá, 21Salmá engendró a Booz, Booz engendró a Obed, Obed engendró a Jesé y Jesé engendró a David.

Notas:

4,1-21 La boda. Este último capítulo presenta la solución del caso jurídico planteado en el capítulo anterior, la culminación del romance y el desenlace general del drama de Noemí y de Rut. Los acontecimientos tienen lugar en la plaza del pueblo y se desarrollan en forma de acto oficial. Después, se narra el matrimonio de Booz y de Rut y el nacimiento de su hijo Obed. El libro concluye con la genealogía de David.

Muy de mañana, como había prometido a Rut (3,13), Booz se dirige a la plaza del pueblo y se sienta allí. En la antigüedad, la plaza era el punto obligado de reunión, ahí se resolvían y se discutían los casos jurídicos. La plaza, al igual que el mercado, eran espacios abiertos, donde los hombres interactuaban y socializaban entre ellos. Por tal motivo, la plaza también era el sitio ideal para encontrarse con cualquier hombre en las antiguas poblaciones orientales. Cuando Booz ve pasar al pariente más próximo, le llama y le invita a sentarse a su lado. El autor no menciona el nombre del pariente más próximo de Elimélec, posiblemente porque se trate de un personaje secundario –como la mayoría de los hombres que aparecen en la narración–, de la que sólo interesa la renuncia pública a sus derechos. Booz quiere hacer todo legal, por eso convoca a diez ancianos de la comunidad para que actúen como testigos cualificados del acto público que se va a celebrar.

Booz comienza astutamente tratando el tema del campo que se debía rescatar, sin mencionar a la «moabita» y el pariente decide comprar el campo, pero se echa atrás porque la moabita le perjudicaría sus intereses propios y los de su familia. Como gesto simbólico de la renuncia a sus derechos, el pariente se quitó la sandalia y se la dio a Booz (Dt 25,7-10). Entonces Booz declaró solemnemente ante los testigos que asumía todas las responsabilidades. Los ancianos bendicen a Booz por su generosidad, y evocan a las matriarcas de Israel: Raquel y Lía. También evocan e invocan a Tamar, quizás porque es extranjera como Rut. Según las Escrituras Hebreas solamente en Tamar y en Rut se cumple la ley del levirato.

El coro de mujeres que había intervenido al principio (1,19) para constatar la aflicción y desolación de Mara lo hace ahora para glorificar al Dios de las viudas y extranjeras, porque ha resuelto todas las dificultades. El acto de colocar al niño en el regazo nos recuerda el ritual de adopción (Gn 30,3-8, 48,5-12; 50,23). A través del niño Obed –servidor–, estas valerosas y fieles mujeres entran en la historia de la salvación, no solamente por ser antecesoras del rey David, sino por ser antecesoras de Jesús.

Concluye aquí la historia de Rut y de Noemí que, a pesar del ambiente de indiferencia y desamparo que les rodea, siguen siendo modelo para nuestra comunidad cristiana. En la lucha de Noemí y de Rut por la vida, nuestra comunidad puede ver reflejada su misma lucha. En Rut y en Noemí nuestras mujeres deben de emerger como sujetos y valorar su género en la Iglesia. En la historia de Rut y de Noemí, los hombres tenemos un modelo para aprender a valorar y a caminar con nuestras hermanas, las abuelas, las viudas, las vírgenes que confían plenamente en el Dios de la Vida