Salmo -1
1–Los dos caminos (Jr 17,5-8; Prov 4,10-19)
1Dichoso quien no acude
a la reunión de los malvados
ni se detiene en el camino de los pecadores
ni se sienta en la sesión de los arrogantes;
2sino que su tarea es la ley del Señor
y susurra esa ley día y noche.
3Será como un árbol plantado junto al río,
que da fruto a su tiempo,
su fronda no se marchita;
en todo lo que hace, prospera.
4No sucede así con los malvados,
serán como paja que lleva el viento.
5Por eso los malvados
no se levantarán en el tribunal,
ni los pecadores en la asamblea de los justos.
6Porque el Señor
se ocupa del camino de los justos,
pero el camino de los malvados se disolverá.
Notas:
Este salmo, pórtico al salterio, contrapone dos modos de ser y de proceder. El justo es dichoso porque hace de la instrucción divina, convertida ya en Ley, su tarea. La Ley es como un caudal de agua perenne, vivifica todo y confiere al hombre justo una vitalidad como la de un vegetal que no se marchita (cfr. Sal 92,13-15). Así como todo lo que produce el árbol llega a su sazón, la vida del justo tendrá éxito, porque Dios custodia o se ocupa del camino de los justos (cfr. Jos 1,8; Sal 37,31). Los malvados son «pecadores» y «arrogantes». Se mofan del Nombre divino y desprecian su instrucción y su Ley. Por muy organizados que parezcan –en «reunión», «camino» y «sesión»–, Dios disolverá sus organizaciones cuando ejerza como juez, y los malvados se convertirán en paja a merced del viento. Quien ora con este salmo, buscando la auténtica felicidad, sabe que unidos al Señor daremos mucho fruto (Jn 15,16).