Salmo -4

4–Señor, tú me haces vivir tranquilo

2Cuando te llamo, respóndeme Dios, defensor mío;
tú que en la estrechez me diste anchura,
ten piedad de mí, oye mi oración.
3Señores, ¿hasta cuándo ultrajarán a mi gloria,
amarán la falsedad y buscarán la mentira?
4Sépanlo: el Señor ha distinguido a su amigo,
el Señor me oye cuando lo llamo.
5Tiemblen y dejen de pecar,
reflexionen en el lecho y guarden silencio;
6ofrezcan sacrificios justos y confíen en el Señor.
7Muchos dicen:
¿Quién nos mostrará la felicidad
si la luz de tu rostro, Señor,
se ha alejado de nosotros?
8Pero tú has puesto en mi corazón más alegría
que cuando abundan el trigo y el vino.
9Me acuesto en paz y en seguida me duermo,
porque sólo tú, Señor, me haces vivir confiado.

Notas:

La confianza es el tema que predomina en este salmo (6.9). El orante (2) habla de Dios a otros: a los «señores», acaso enemigos (3-6), y a «muchos», tal vez amigos (7-9). Recoge las preguntas de ambos grupos y las responde. Los «señores» han abandonado la «Gloria» y se han ido tras la mentira: son idólatras. Los amigos de antaño dudan de la eficacia divina, y el orante se ve reducido a la aflicción. Pues bien, Dios le ha sacado del aprieto, como hizo en otro tiempo con su pueblo oprimido en Egipto (cfr. Éx 9,4; 11,7). Por otra parte, la alegría interna es más profunda que la que puede proporcionar una buena cosecha (8). De ambas experiencias surge la confianza, y el orante invita a los «señores» a llorar sus desvaríos (5) y a los amigos a confiar en Dios (9). Es posible la confianza y aun el gozo en la tribulación (cfr. 2 Cor 7,4; Gál 5,22; 1 Tes 1,6).